Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro.Deuteronomio 4:39.
Lectura: Deuteronomio 4:15-40. Versículo del día: Deuteronomio 4:39.
MEDITACIÓN DIARIA
Somos igual que el pueblo de Israel. El Señor nos lleva a una tierra fértil donde
abundan la leche y la miel; sin embargo, como somos tercos y desobedientes, se
nos olvida fácilmente todo cuanto ha hecho por nosotros. Nos consideramos
rectos y buenos, simplemente porque leemos su Palabra, oramos y asistimos a una
iglesia. Pero ¿cuántos dioses se nos atraviesan a diario y van desviándonos del
camino correcto? O será que por no ser una figura esculpida en una tabla o
piedra, ¿creemos que no son dioses?
Podemos endiosar al esposo(a), hijo(a), padres, trabajo, posesiones,
etc., definitivamente todo lo que nos aleje de concederle a Dios el primer
lugar, ya es un dios que nos domina. Es
tal la compasión del Señor, que aún después de abandonarlo, y no cumplir sus
mandatos, está dispuesto a perdonarnos. En medio de la angustia podemos
clamarle: “Pero si desde allí buscas al
Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás. Y al cabo del tiempo, cuando hayas vivido en
medio de todas esas angustias y dolores, volverás al Señor tu Dios y escucharás
su voz. Porque el Señor tu Dios es un
Dios compasivo, que no te abandonará ni te destruirá (vv. 29-31).
Yo razono y me pregunto ¿Por qué el Señor permite todo esto? En
el versículo 35 tenemos la respuesta: “A
ti se te ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y que no
hay otro fuera de él” (v. 35).
Entonces, ¿qué hacer? “Obedece sus
preceptos y normas que hoy te mando cumplir. De este modo a ti y a tus
descendientes les irá bien, y permanecerán mucho tiempo en la tierra que el
Señor su Dios les da para siempre” (v. 36).
Definitivamente, ante
tanta misericordia y amor del Señor no queda más que agachar la cabeza y
decirle: Tú Señor, eres Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay
otro.
Amado Dios: Eres inigualable. Eres el Dios del universo, que
nos has mirado compasivamente y llevado por caminos difíciles a veces, con el
único propósito de aprender a mirarte como lo mereces. Enséñanos a ser
obedientes a ti.
Un abrazo y bendiciones.
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