martes, 11 de junio de 2013

No hay otro como Tu




Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro
Deuteronomio 4:39.


Lectura: Deuteronomio 4:15-40.  Versículo del día: Deuteronomio 4:39.

MEDITACIÓN DIARIA

Somos igual que el pueblo de Israel.  El Señor nos lleva a una tierra fértil donde abundan la leche y la miel; sin embargo, como somos tercos y desobedientes, se nos olvida fácilmente todo cuanto ha hecho por nosotros. Nos consideramos rectos y buenos, simplemente porque leemos su Palabra, oramos y asistimos a una iglesia. Pero ¿cuántos dioses se nos atraviesan a diario y van desviándonos del camino correcto? O será que por no ser una figura esculpida en una tabla o piedra, ¿creemos que no son dioses?  Podemos endiosar al esposo(a), hijo(a), padres, trabajo, posesiones, etc., definitivamente todo lo que nos aleje de concederle a Dios el primer lugar, ya es un dios que nos domina.  Es tal la compasión del Señor, que aún después de abandonarlo, y no cumplir sus mandatos, está dispuesto a perdonarnos. En medio de la angustia podemos clamarle: “Pero si desde allí buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás.  Y al cabo del tiempo, cuando hayas vivido en medio de todas esas angustias y dolores, volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz.  Porque el Señor tu Dios es un Dios compasivo, que no te abandonará ni te destruirá (vv. 29-31).
Yo razono y me pregunto ¿Por qué el Señor permite todo esto? En el versículo 35 tenemos la respuesta: “A ti se te ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay otro fuera de él” (v. 35).  Entonces, ¿qué hacer? “Obedece sus preceptos y normas que hoy te mando cumplir. De este modo a ti y a tus descendientes les irá bien, y permanecerán mucho tiempo en la tierra que el Señor su Dios les da para siempre” (v. 36).
Definitivamente, ante tanta misericordia y amor del Señor no queda más que agachar la cabeza y decirle: Tú Señor, eres Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.

Amado Dios: Eres inigualable. Eres el Dios del universo, que nos has mirado compasivamente y llevado por caminos difíciles a veces, con el único propósito de aprender a mirarte como lo mereces. Enséñanos a ser obedientes a ti.

Un abrazo y bendiciones.

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