jueves, 27 de junio de 2013

El amor que obliga a someternos




Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. 
Efesios 5:22.


Lectura: Efesios 5:21-33.  Versículo del día: Efesios 5:22.

MEDITACIÓN DIARIA

El sometimiento de la esposa a su esposo debe ser completamente en amor.  Sabiendo que está dando lo mejor de sí, para completar con su sabiduría el hogar deseado.  Las mujeres le tememos a este versículo y muchas no están de acuerdo con él, pero es porque se ha malinterpretado.  El sometimiento que nos exige Dios, es igual al que le debemos tener al Señor.  Veamos la relación: A nosotras se nos manda someternos y al hombre amarnos hasta el punto de dar su vida por ese amor. Es tal como la relación entre Cristo y la Iglesia. La Iglesia se somete al Señor porque como dice Pablo: “El amor de Cristo nos obliga” (2 Corintios 5:14); es tanto su amor por nosotros que cuando lo entendemos quisiéramos no defraudar al Señor en nada.  ¿Y qué hizo el Señor? Dio su vida por la Iglesia (v. 25b). En el matrimonio debe ser exactamente lo mismo.  ¡Por favor, varones de Dios! Ustedes son los llamados a que sus esposas no malinterpreten lo que significa este sometimiento.  Ustedes no pueden cambiarlo por subyugar, esclavizar u oprimir; es más bien de entrega, pacto y acatamiento.  Las mujeres necesitamos mucho amor, y si el esposo lo entrega todo, muy seguramente nos será fácil entenderlo. La mujer sabia busca la dirección de Dios  para edificar su casa (Proverbios 14:1) y ella es la encargada de llenar sus cuartos de lindos y extraordinarios tesoros (Proverbios 24:4).
Si el matrimonio se ha realizado como Dios manda y bajo sus parámetros, entonces, tiene muchísima más probabilidad de no fracasar.  Al hombre por lo tanto, le toca la parte más difícil: amar hasta si es necesario morir por su mujer. Y ¡ojo señores! Ustedes son los encargados de revestirla y purificarla; de presentarla radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección (v. 27). Todo comentario obsceno y de mal gusto sobre sus esposas, queda por fuera delante de Dios.     
Hagamos las cosas al derecho; a la manera de Dios. Tanto hombres como mujeres preocupémonos por lo que nos concierne; no cambiemos los papeles y el Señor se encargará de bendecir nuestros hogares.

Amado Señor: Gracias porque el matrimonio instituido por ti, es perfecto.  Enséñanos a cada cónyuge, a valorar y obedecer el rol que nos corresponde, para así, ser buenos constructores de hogares donde se vea la obra redentora tuya.

Un abrazo y bendiciones. 

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