miércoles, 5 de junio de 2013

Eres digno de recibir toda honra y gloria




nos sentíamos como sentenciados a muerte. Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios, que resucita a los muertos. 
2 Corintios 1:9.


Lectura: 2 Corintios 1:8-22.  Versículo del día: 2 Corintios 1:9.

MEDITACIÓN DIARIA

Multitud de veces nos hemos encontrado como Pablo: “sentenciados a muerte”.  Puede no ser exactamente a muerte física, pero sí, cuando vemos como ultimátum lo sucedido es entonces, que en verdad tenemos que poner a funcionar la fe.  Y nos pasa exactamente igual para que no pongamos la confianza en nosotros, ni en el médico, ni en el jefe, ni en el trabajo, ni en ninguna otra persona o cosa, sino solamente en Dios que es el Amo y Señor de todo.  Gracias a Dios, que Él es fiel y no cambia de parecer; si el Señor dice: ‘Sí’, es porque es ‘Sí’. Nos queda cogernos fuertemente de sus promesas y de estarlas reclamando constantemente porque: “Todas las promesas que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la gloria de Dios” (v. 20).  Respondemos ‘amén’, como testimonio de su fidelidad, sabiendo que su respuesta es exclusiva para su gloria. Gloria que no podemos atribuir al médico, ni al abogado, ni al juez, ni al jefe; solamente a Dios: “La gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad” (Salmo 115:1). Siempre he dicho que Dios es especialista en contestar: ‘Sí’, cuando el hombre dice: ‘No’.
Cuántas veces al mirar a otras personas atribuladas creemos que si nos pasara algo similar no lo resistiríamos; nos llega igual la calamidad o peor y el Señor nos da la capacidad para afrontarla y continuar. ¿Cómo? Con su poder sobrenatural que obra: “Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió,  nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas” (vv. 21-22 en la lectura).

Amado Señor: Gracias, porque si no fuera por aquellas situaciones en las que nos vemos abocados sin salidas posibles, no podríamos exaltar tu nombre como lo mereces.  Gracias, porque así sea de este modo, nos enseñas a voltear los ojos solamente hacia ti, quien eres el único capaz de abogar por nosotros.

Un abrazo y bendiciones.

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