nos sentíamos como sentenciados a muerte. Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios, que resucita a los muertos.2 Corintios 1:9.
Lectura: 2 Corintios 1:8-22. Versículo del día: 2 Corintios 1:9.
MEDITACIÓN DIARIA
Multitud de veces nos hemos
encontrado como Pablo: “sentenciados a muerte”.
Puede no ser exactamente a muerte física, pero sí, cuando vemos como
ultimátum lo sucedido es entonces, que en verdad tenemos que poner a funcionar
la fe. Y nos pasa exactamente igual para
que no pongamos la confianza en nosotros, ni en el médico, ni en el jefe, ni en
el trabajo, ni en ninguna otra persona o cosa, sino solamente en Dios que es el
Amo y Señor de todo. Gracias a Dios, que
Él es fiel y no cambia de parecer; si el Señor dice: ‘Sí’, es porque es ‘Sí’. Nos
queda cogernos fuertemente de sus promesas y de estarlas reclamando
constantemente porque: “Todas las
promesas que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo
respondemos «amén» para la gloria de Dios” (v. 20). Respondemos
‘amén’, como testimonio de su fidelidad, sabiendo que su respuesta
es exclusiva para su gloria. Gloria que no podemos atribuir al médico, ni al
abogado, ni al juez, ni al jefe; solamente a Dios: “La gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros sino para
tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad” (Salmo 115:1). Siempre he
dicho que Dios es especialista en contestar: ‘Sí’, cuando el hombre dice: ‘No’.
Cuántas veces al mirar a otras
personas atribuladas creemos que si nos pasara algo similar no lo resistiríamos;
nos llega igual la calamidad o peor y el Señor nos da la capacidad para afrontarla
y continuar. ¿Cómo? Con su poder sobrenatural que obra: “Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a
ustedes. Él nos ungió, nos selló como
propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus
promesas” (vv. 21-22 en la lectura).
Amado Señor: Gracias, porque si no fuera por
aquellas situaciones en las que nos vemos abocados sin salidas posibles, no
podríamos exaltar tu nombre como lo mereces.
Gracias, porque así sea de este modo, nos enseñas a voltear los ojos
solamente hacia ti, quien eres el único capaz de abogar por nosotros.
Un abrazo y bendiciones.
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