He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.Gálatas 2:20.
Lectura: Gálatas 2:11-21. Versículo del día: Gálatas 2:20.
MEDITACIÓN DIARIA
Si recibimos al Señor Jesucristo en nuestra vida, entonces
esta declaración de Pablo debe de ser una realidad en nosotros. “Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue
crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de
modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado” (Romanos 6:6). Ya no podemos simpatizar con el pecado, ni darle
cabida, porque Cristo nos vino a liberar de ese yugo y con Cristo somos libres.
“Pero si Cristo está en ustedes, el
cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es
vida a causa de la justicia” (Romanos 8:10); también dice: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado
la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24).
¿Queremos vivir? Entonces tenemos que morir
indiscutiblemente. Tenemos que crucificar el ego; desplazarlo, para darle paso
al Señor y que sea Él quien se encargue de transformar en vida, aquello que
estaba muerto. No podemos decir que estamos con Cristo y que el Señor vive en
nosotros si dejamos por fuera aunque sea una sola de las áreas. Hay que dejar morir lo que ya no sirve y desecharlo, para que Cristo Jesús se gloríe
en la nueva vida porque somos nuevas criaturas; al punto de entender que si
vivimos, vivimos por Él y si morimos, pues mucho mejor: estaremos directamente
en su presencia, lo cual se convierte en excelente ganancia (Filipenses 1.21). Entonces
podremos decir también: “vivo por la fe
en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”.
Amado Señor: Enséñanos a morir con todo aquello que nos hace
daño, para trasformar nuestros corazones
y gozar la verdadera vida que viniste a ofrecernos cuando moriste por
nosotros en la cruz.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario