El padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo y, después de orar, le impuso las manos y lo sanó.Hechos 28:8.
Lectura: Hechos 28:1-10.Versículo del día: Hechos 28:8.
MEDITACIÓN DIARIA
Nuevamente a través de Pablo podemos aprender las diferentes
alternativas que usó para llevar el evangelio por donde quiera que pasara. Si vemos, en la Isla de Malta, llegó de
casualidad con los demás presos y marinos ya que por circunstancias
adversas estuvieron naufragando por
catorce días en un mar embravecido, donde pensaban que todos iban a perecer. Digo “casualidad”, pero con Dios no existen
las casualidades; todo está bajo su control y Él sabe cómo debe mover sus
fichas para que su propósito se cumpla en cada uno de nosotros; con Pablo no
fue la excepción.
Lo más relevante del relato es notar que no importaba el
sitio ni el tiempo para Pablo; tenía bien puesto los ojos en Jesús y sabía
exactamente cuál era su misión y por eso no dudaba en compartir y hacer lo que
sabía: orar y sanar enfermos. Tenía el
respaldo del Señor y le era fiel en su tarea.
Cuando llegamos a un sitio nuevo, ponemos muchos “peros” y
vemos muchas “contras”; pero sin duda son más excusa que cualquier otra
cosa. Muy seguramente así como en Malta
se dejó la semilla regada y de allí serán muchos los que llegaron y siguen llegando a los píes del Señor, puede
ocurrirnos, si no callamos y obedecemos en ser sus testigos fieles.
Amado Señor: No permitas que las circunstancias nos hagan
declinar y no hablar de quién eres Tú. Enséñanos a ser fuertes y valientes; a
dejar la negligencia a un lado y empezar a entregar a los demás, lo que de
gracia nos has regalado: la salvación. Permite que la semilla se vaya
esparciendo por donde quiera que vayamos.
Un abrazo y bendiciones.
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