lunes, 20 de mayo de 2013

Hablar sencillamente las Buenas Nuevas




Pues Cristo no me envió a bautizar sino a predicar el evangelio, y eso sin discursos de sabiduría humana, para que la cruz de Cristo no perdiera su eficacia. 
1 Corintios 1:17.


Lectura: 1 Corintios 1:1-31.  Versículo del día: 1 Corintios 1:17.

MEDITACIÓN DIARIA

Pablo nos enseña que no necesitamos ser eruditos, ni sabios, ni filósofos (v. 20), para predicar el evangelio.  Necesitamos solo voluntad y obediencia.  Nos pueden tildar de locos, porque eso es el evangelio para los que se pierden; pero para nosotros es el poder de Dios (vv. 18-19). Mas adelante nos lo vuelve a reafirmar: “Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana” (vv. 24b y 25).
Así como nos lo dice Pablo: consideremos cada uno nuestro propio llamamiento y actuemos. Según los criterios del mundo no somos ni sabios, ni poderosos, ni mucho menos de noble cuna (v. 26); pero si Dios nos escogió, es porque somos su hechura; podemos no tener ninguno de los atributos que el mundo ofrece y por los que se guía para  valorar una persona, pero sí disfrutamos de la sabiduría y el poder de Dios, dada por el Espíritu Santo; y aunque ellos no lo entiendan, somos su linaje escogido, su real sacerdocio (1 Pedro 2:9), y poseemos la capacidad entonces, de llevar el mensaje de las Buenas Nuevas de manera clara, concreta y concisa.
No hay excusa: Si nos consideramos débiles o insensatos, o de clase baja, no importa; eso no tiene nada que ver; recordemos que Él nos eligió precisamente así, para avergonzar a los sabios y a los poderosos, y que nadie se jacte de sus dotes (vv. 27-28 en la lectura). De modo que ya es hora de comenzar a hablar de quién es, nuestro Señor y Salvador.

Amado Dios: Gracias por permitirnos conocerte y sacarnos de las tinieblas para llevarnos a la luz.  Queremos practicar lo que dice tu Palabra y empezar a dar las buenas noticias del mensaje de salvación, porque no vamos en nuestras propias fuerzas sino en las tuyas.  Pon el querer como el hacer, por tu buena voluntad.

Un abrazo y bendiciones.

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