viernes, 1 de junio de 2012

Que los destellos de su luz nos permitan brilar en la oscuridad


Porque Dios que ordenó que la luz resplandeciese en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de cristo. 
2 Corintios 4:6.

Lectura diaria: 2 Corintios 4:1-18.  Versículo principal: 2 Corintios 4:6.

REFLEXIÓN

Eso es lo que el Señor quiere: que esa luz que es capaz de resplandecer en las tinieblas, nos haga brillar en todo momento, para que como sus mensajeros que somos, irradiemos la gloria de Dios que relumbra en Cristo.  Este grandioso tesoro se encuentra en esta vasija de barro, (nuestra vida), formada y pulida con sus propias manos; por eso no importa lo que venga: “Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (vv. 8 y 9), y así es.  ¿Qué importa que esta vasija se vaya destruyendo por fuera?  Lo que nos debe importar es que estas pruebas y tribulaciones sean las que nos permitan día a día renovarnos interiormente y esto “vale muchísimo más que todo sufrimiento” (vv. 16-17).  Lo que vemos, lo que sentimos aquí se convierte en pasajero y llevadero al lado de lo que nos espera que es lo que no alcanzamos a percibir y que es la gloria futura (v. 18).
Teniendo en cuenta lo anterior, permitamos que la luz de Jesús brille por siempre a pesar de…, para que los demás nos vean como personas diferentes, echadas para adelante, con él ánimo siempre arriba sin desmayar ni rendirnos sea cual sea la situación que estemos viviendo.  Por más que nos llegue una u otra aflicción tenemos que levantarnos; insistir, persistir y no desistir para que el carácter de Cristo se vaya formando en cada uno de nosotros y todo lo que hagamos llegue a la excelencia. "Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá" (Isaías 58:8). Debemos resplandecer porque el tiempo se agota, y aún hay mucha oscuridad que necesita un destello de la presencia del Señor.

Padre, gracias por regalarnos ese tesoro tan preciado y que poco valoramos, pero que sabemos que está ahí recóndito, marcando la diferencia y dispuesto a surgir fulgurante para que los no creyentes vislumbren la luz de tu Hijo que resplandece en nosotros.  

Un abrazo y bendiciones.

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