Este es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo concedió. Ahora, yo por mi parte, se lo entrego al Señor.1 Samuel 1:27-28a
Lectura diaria: 1 Samuel
1:21-28. Versículo principal: 1 Samuel
1:27-28a
REFLEXIÓN
Todo hijo que llegue al seno
familiar es una bendición del Señor.
Muchos quizá no lo pidieron pero llegaron. Entonces, es una obligación muy especial no
solo de nosotras las madres, sino de los padres en general, ponerlos ante su
altar. ¿En qué manos mejores podrán
estar, que no sean las del Señor? Ana la
progenitora de Samuel nos deja un claro ejemplo del poder de la oración. Su clamor a Dios y su fe inquebrantable le
permitieron tener a su bebé y el Señor se encargó de hacer la obra en él. Por eso es tan importante presentárselos a Él
y ojalá siendo aún bebés. Dios se facultará
de llevarlos por su ruta trazada.
Dios conoce todos los
pensamientos y anhelos nuestros y sabe el camino por el que nos transportará; también
sabe a ciencia cierta quiénes son nuestros hijos y seguro que si los hemos
puesto ante su presencia, no nos defraudará porque Él es fiel y justo para
cumplir lo prometido y si nos acercamos con confianza a pedirle por ellos, el
Señor escuchará y estaremos seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido (1
Juan 5:14-15). Si creemos que alguno de
nuestros hijitos no escuchará la voz de Dios nunca, estamos fallando en la fe
porque si dijo que cuidaría de él(ella), lo hará sin titubear. La oración va ligada
a la acción y éste es un ejemplo claro que nos deja Ana. Su oración fue movida
por el accionar de su fe. Descansó en el
Señor, esperó en Él, y la bendición llegó.
No nos desanimemos si el enemigo
nos hace pensar, dudar o creer que la batalla la ganará él; es una mentira y no
podemos darle pie para que nos atormente con pensamientos que no sean los dados
por Dios. Si hemos puesto a nuestros hijos en su altar, nada ni nadie, así no
lo veamos en esta vida, interrumpirá lo prometido.
Vivamos con la certeza que si el
Señor está presente en nuestras vidas, también tendrá en cuenta algo tan
preciado como lo son los hijos. No
solamente se dedica a nosotros, sino a todo lo que nos incumbe y sabe de
antemano cuánto valor tienen ellos para sus progenitores. Así que lo mejor es descansar en su Palabra y
en su tiempo veremos los resultados de nuestras oraciones “Porque él dice: “En
el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé” (2 Corintios
6:2)
Señor: Hoy te pedimos por
nuestros hijitos. Por los que están
cerca y por los que están lejos; por los que te conocen para que siempre anden
por tus sendas como por aquellos que todavía no te han abierto la puerta de su
corazón, seguros de que Tú cumplirás tu maravillosa Palabra y llegarán en el
momento propicio a tus pies. Descansamos
en ti Señor.
Un abrazo y bendiciones.
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