lunes, 11 de junio de 2012

Los desiertos no son fáciles


Recuerda que durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos. 
 Deuteronomio 8:2.

Lectura diaria: Deuteronomio 8:1-20.  Versículo principal: Deuteronomio 8:2.

REFLEXIÓN

Nadie puede decir que los desiertos son fáciles.  El Señor mismo lo confirma: nos humilla y nos pone a prueba.  En el desierto vamos andando por fe queramos o no; no hay otra: o andamos o nos quedamos echados encima del dolor.  Sin embargo, he aprendido a sacarle el mayor provecho a estos pasos dificultosos, llenos de polvo y sedientos. 
Relaciono mucho el desierto con el amor profundo del Señor.  Para mí, personalmente, creo que no existe otro espacio mejor donde de verdad pueda desbordar mi corazón ante su Presencia y entonces ocurre lo excelente: El Señor amorosamente me habla y consiente haciéndome saber que me ama tanto que no quiere ni por un instante que mi corazón se separe de Él.  “Me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura” (Oseas 2:14).  Precisamente es allí donde en verdad nos hace entender que si no fuera por esos momentos trágicos, difíciles y a veces hasta cuestionables, nos alejaríamos como ovejas descarriadas y para el Señor esto sería muy doloroso.  Es allí en medio de la aridez y de la devastación que entendemos sus palabras de: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).  Es allí también, donde nos recuerda sus promesas que quizá por aquello de los afanes diarios vamos olvidando.  Promesas que se cumplirán porque lo ha dicho en su Palabra y ni Él ni ella mienten. Él no es hombre para que mienta ni para que se arrepienta: Dios cumple lo que promete; y la suma de su Palabra es verdad (Números 23:19 y Salmo 119:160).  –Así que devolveré tus viñedos y el valle de la Desgracia pasará a ser el de la Esperanza–; –Yo te responderé; le responderé al cielo, y el cielo a la tierra; la tierra al cereal, al vino y al aceite; y éstos, en ultimas te responderán a ti– (Oseas 2:15 y 21-22).   Simplemente porque todo proviene de sus manos y si Él da la orden, ésta se cumplirá.
Sin ser fácil, aprovechemos el desierto para hablar sinceramente con el Señor; para escucharle y entender qué es lo que desea de nosotros.  Será una experiencia maravillosa, donde su amor brotará como en ningún otro lugar aquí en la tierra.

Amado Dios y Padre: Gracias por conocerme tanto y estar tan pendiente de mí.  Muchas veces no entiendo tu proceder porque se me olvida que tu corrección es una muestra de tu inexplicable amor.  Gracias por sentir tu ternura, tu comprensión y compañía en momentos de desolación.

Un abrazo y bendiciones.

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