martes, 5 de junio de 2012

Déjame pasar si es tu voluntad


Déjame pasar y ver la buena tierra al otro lado del Jordán, esa hermosa región montañosa y el Líbano. 

Deuteronomio 3:25.

Lectura diaria: Deuteronomio 3:21-28.  Versículo principal: Deuteronomio 3:25.

REFLEXIÓN

A veces, cuando las cosas no salen como las esperamos y en vez de llover bendiciones, se nos antoja que son adversidades, creo que nos ponemos en el lugar de Moisés y le rogamos al Señor que nos saque totalmente de ese desierto en el cual, Él ha guardado nuestras vidas pero sin embargo, no deja de ser desierto.  “Señor: déjame pasar y ver la buena tierra al otro lado”; muy seguramente ese puede ser el clamor a Dios.  Total, solamente Él sabe y entiende por qué suceden los acontecimientos y nos demuestra más tarde con hechos y vivencias absolutas que aquello que llamábamos “valle de la Desgracia”, se convertirá más pronto de lo imaginado en el “paso de la Esperanza” (Oseas 2:15).   No entendemos, que nos lleva al desierto para cautivarnos nuevamente, porque es en la única parte donde nos dejamos seducir por su amor. “Yo te haré mi esposa para siempre, y te daré como dote el derecho y la justicia” (Oseas 2:19).  Es que aun no comprendemos los planes del Señor, pero de todas maneras sabemos que son planes de bienestar y no de calamidad porque así lo dice su Palabra.
Así no se nos permita pasar al otro lado aquí en la tierra, hay una esperanza futura la cual nadie puede truncar ni arrebatárnosla: el derecho que tenemos ya, a nuestra amada patria celestial.  Es la mejor herencia dejada por el Señor a todo el que cree en Él; es el testimonio claro que nos ha sido otorgado como legado: “El que tiene al Hijo, tiene la vida” (1 Juan 5:12).
Lo mejor que podemos hacer es seguir avanzando, dejando atrás todos los sinsabores de esta vida y sabiendo que si no cruzamos y llegamos a ver la nueva tierra en toda su plenitud es porque es su voluntad.  Avancemos sin perder más bien la mirada en aquel otro lugar que nos espera y del cual nadie nos podrá hacer lanzamiento alguno.

Amado Señor: Nuestras vidas están en tus manos y eres Tú, el Conductor que conoces muy bien el camino y nos guías por el mejor que has encontrado.

Un abrazo y bendiciones.

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