A ustedes los han asolado y arrasado por todas partes; se han convertido en posesión del resto de las naciones, y además han sido objeto de burla y de insultos por parte de la gente.Ezequiel 36:3.
Lectura diaria: Ezequiel
36:1-36. Versículo principal: Ezequiel
36:3.
REFLEXIÓN
Cuando llegan una tras otra las
dificultades, creemos que el Señor se ha olvidado de sus siervos. No lo vemos, ni percibimos ni escuchamos y Él
está sufriendo por nosotros más de lo que imaginamos: “Yo estoy preocupado por
ustedes y los voy a proteger” (v. 9). Sin
embargo, llega el momento en que proclama lo siguiente: “Nunca más te haré oír
el ultraje de las naciones; no tendrás que volver a soportar los insultos de
los pueblos, ni serás causa de tropiezo para tu nación. Lo afirma el Señor omnipotente”. Permitió que
estuviésemos dispersos sin encontrar el sosiego esperado porque: “Los juzgué
según su conducta y sus acciones (v. 19).
Las enseñanzas y disciplina no se hacen esperar y es a través de la
aflicción donde podemos desarrollar el verdadero carácter de Cristo.
Por su fidelidad y amor sigue
diciendo lo que hará de manera integral (espiritual, material y emocionalmente),
en aquellos que no han logrado hallar quietud ni bonanza y han dado tumbos de
un lado para el otro: “Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de entre
los pueblos, y los haré regresar a su propia tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán
purificados. Los limpiaré de todas sus
impurezas e idolatrías. Les daré un
nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de
piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que
sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.
Vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y ustedes serán mi
pueblo y yo seré su Dios. Los libraré de
todas sus impurezas. Haré que tengan
trigo en abundancia, y no permitiré que sufran hambre. Multiplicaré el fruto de los árboles y las
cosechas del campo, para que no sufran más entre las naciones el oprobio de
pasar hambre” (vv. 24-30).
Quizá tú hermano(a) en la fe, has
vivido o estás ahora en esta situación.
Estas lindas promesas son para ti y para mí. No nos queda más que apropiárnoslas y estar
alertas para el momento en que se produzcan.
El Señor no cambia de parecer y lo que dice se cumplirá. “Entonces las
naciones que quedaron a su alrededor sabrán que yo, el Señor, reconstruí lo que
estaba derribado y replanté lo que había quedado como desierto. Yo, el Señor, lo he dicho, y lo cumpliré”
(v.36). Será el momento en que todos
aquellos que aún nos increpaban y se preguntaban: ¿Dónde está tu Dios?”,
encontrarán la respuesta exacta.
Amado Señor: Gracias una vez más
por tus promesas. Gracias porque es la
Palabra tuya dicha con firmeza contra la palabra vana del mundo que nos
rodea. Gracias ante todo por tu
misericordia, amor y fidelidad.
Un abrazo y bendiciones.
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