jueves, 14 de junio de 2012

La fidelidad de sus promesas


A ustedes los han asolado y arrasado por todas partes; se han convertido en posesión del resto de las naciones, y además han sido objeto de burla y de insultos por parte de la gente.  
 Ezequiel 36:3.

Lectura diaria: Ezequiel 36:1-36.  Versículo principal: Ezequiel 36:3.

REFLEXIÓN

Cuando llegan una tras otra las dificultades, creemos que el Señor se ha olvidado de sus siervos.  No lo vemos, ni percibimos ni escuchamos y Él está sufriendo por nosotros más de lo que imaginamos: “Yo estoy preocupado por ustedes y los voy a proteger” (v. 9).  Sin embargo, llega el momento en que proclama lo siguiente: “Nunca más te haré oír el ultraje de las naciones; no tendrás que volver a soportar los insultos de los pueblos, ni serás causa de tropiezo para tu nación.  Lo afirma el Señor omnipotente”. Permitió que estuviésemos dispersos sin encontrar el sosiego esperado porque: “Los juzgué según su conducta y sus acciones (v. 19).  Las enseñanzas y disciplina no se hacen esperar y es a través de la aflicción donde podemos desarrollar el verdadero carácter de Cristo.
Por su fidelidad y amor sigue diciendo lo que hará de manera integral (espiritual, material y emocionalmente), en aquellos que no han logrado hallar quietud ni bonanza y han dado tumbos de un lado para el otro: “Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de entre los pueblos, y los haré regresar a su propia tierra.  Los rociaré con agua pura y quedarán purificados.  Los limpiaré de todas sus impurezas e idolatrías.  Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne.  Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.  Vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.  Los libraré de todas sus impurezas.  Haré que tengan trigo en abundancia, y no permitiré que sufran hambre.  Multiplicaré el fruto de los árboles y las cosechas del campo, para que no sufran más entre las naciones el oprobio de pasar hambre” (vv. 24-30).
Quizá tú hermano(a) en la fe, has vivido o estás ahora en esta situación.  Estas lindas promesas son para ti y para mí.  No nos queda más que apropiárnoslas y estar alertas para el momento en que se produzcan.  El Señor no cambia de parecer y lo que dice se cumplirá. “Entonces las naciones que quedaron a su alrededor sabrán que yo, el Señor, reconstruí lo que estaba derribado y replanté lo que había quedado como desierto.  Yo, el Señor, lo he dicho, y lo cumpliré” (v.36).  Será el momento en que todos aquellos que aún nos increpaban y se preguntaban: ¿Dónde está tu Dios?”, encontrarán la respuesta exacta.

Amado Señor: Gracias una vez más por tus promesas.  Gracias porque es la Palabra tuya dicha con firmeza contra la palabra vana del mundo que nos rodea.  Gracias ante todo por tu misericordia, amor y fidelidad.

Un abrazo y bendiciones. 

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