miércoles, 13 de junio de 2012

Lo que pide el Señor


Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios?  Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma, y que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien.  
 Deuteronomio 10:12-13.

Lectura diaria: Deuteronomio 10:10-21.  Versículos principales: Deuteronomio 10:12-13.

REFLEXIÓN

Pongamos nuestro nombre en “Israel”: Juan, Pedro, Ana, Lucía, Dora, “¿qué te pide el Señor tu Dios?”. Cuando conocemos al Señor no podemos seguir en lo mismo; precisamente ese es el testimonio de nuestra nueva vida: las cosas viejas pasaron y todo viene a ser nuevo (2Corintios 5:17).  Por eso dice “que le temas y andes en todos sus caminos”, “que cumplas los mandamientos y preceptos” con el fin de: “que te vaya bien”.  Es entendible que la vieja naturaleza va a estar ahí, haciéndonos caer cuantas veces le demos campo; pero el poder del Señor se perfecciona en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9b).  Por eso, tenemos que estar en constante comunión con el Señor; la oración junto con la lectura de su Palabra nos irán permitiendo un crecimiento espiritual y el Espíritu Santo empezará a hacer una obra regeneradora en cada uno.
“Por eso, despójate de lo pagano que hay en tu corazón, y ya no seas terco” (v. 16).  No podemos jugar doble.  Quizá al mundo, a los que están alrededor los podemos engañar, pero “de Dios nadie se burla” (Gálatas 6:7); “Porque el Señor tu Dios es Dios de dioses, y Señor de señores; él es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta sobornos” (v. 17 en la lectura).  Cuando se procede de esta manera, Dios se hace sentir inmediatamente.  Es hacer exactamente lo que hicieron los israelitas: abominar contra el Señor y olvidarse de los prodigios y grandezas que Él tuvo para con ellos; las consecuencias no se hacen esperar y a Dios no le queda más remedio que dejar que el enemigo ataque, hasta que el corazón esté dispuesto a reconocer el pecado y a pedirle perdón (1 Samuel 12:9-10). 
Nosotros como su pueblo somos iguales de tercos; una y otra vez volvemos a lo mismo.  Gracias a Dios, su misericordia es tan inmensa que siempre está dispuesto a perdonar y restituirnos.  Sin embargo, no podemos dejar que el pecado sea el pan diario porque entonces, ¿dónde está el testimonio de un cambio en nuestra vida?   De ahí la importancia de entregarle al Señor no solo lo que nos conviene sino todas, absolutamente todas las áreas de nuestra vida.  Pedirle al Espíritu Santo que indague y redarguya hasta lo más recóndito de nuestro ser para que la sangre del Señor penetre hasta lo más profundo y limpie toda maldad.
Propongámonos a barrer y ordenar nuestra casa para que el cuerpo que es templo del Espíritu Santo, brille y llame la atención por su pulcritud. Nuevamente: “Teme al Señor tu Dios y sírvele… Él es el motivo de tu alabanza; él es tu Dios, el que hizo en tu favor las grandes y maravillosas hazañas que tú mismo presenciaste” (vv. 20-21).

Amado Señor: Gracias porque tú moriste en la cruz por la totalidad de nuestros pecados; te pedimos que nos indagues y escudriñes hasta el fondo, para que todo aquello que nos está haciendo daño salga, y tu bendita sangre sea derramada para lavarnos y limpiarnos completamente de todo mal.  ¡Tú eres digno Señor de recibir toda la gloria y honra!

Un abrazo y bendiciones.   

No hay comentarios: