Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.Filipenses 4:12.
Lectura diaria: Filipenses
4:4-20. Versículo principal: Filipenses
4:12
REFLEXIÓN
Siempre debemos estar preparados
para afrontar las dificultades. Personalmente
considero que la vida cristiana es exactamente igual a la del común de la
gente: con problemas, triunfos, derrotas, alegrías, tristezas, caídas y
levantadas; solamente que con el Señor resultamos más que vencedores: “Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece” (v. 13).
Nada de esto es inevitable y todos en algún momento pasaremos
situaciones difíciles y en vez de irnos contra Dios o buscar pretextos para ver
a quien recaerle con nuestros argumentos, lo que nos toca hacer es buscar con
más ahínco el rostro del Señor. “No se
inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten
sus peticiones a Dios y denle gracias” (v. 6).
Tal vez, las personas dicen: “oro
al Señor y le ruego por mi petición”, pero darle “gracias” por lo malo, es
inverosímil. Para Dios no lo es y eso es
precisamente lo que Él quiere que hagamos.
La acción de gracias es parte de la alabanza y adoración que merece y es
ahí donde se puede revelar el Señor en nuestras vidas. El poder de la alabanza es inmenso y es hora
de empezar a practicarlo.
Mi hogar en el aspecto financiero
ha sido de un tiempo para acá una montaña rusa: sube y baja con gran facilidad
dejando muchas veces sinsabores y sensaciones fuertes. Considero que todos en casa hemos aprendido a
vivir en cada una de estas circunstancias.
Tiempos en que decimos “no más lentejas por favor”; y tiempos
sobreabundantes de manjares y gustos exquisitos. Aun así, no podemos afirmar
que hemos pasado un día absolutamente con agua.
Dios siempre da la provisión y tiene cuidado de nosotros, llega en el
momento justo. Su promesa se cumple: “Así
que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas
riquezas que tiene en Cristo Jesús” (v. 19).
Tomemos conciencia que es “mi
Dios” quien nos proveerá de todo lo que necesitemos. No es el Dios de Pedro ni de Juan, es el mío
propio; con quien yo tengo una relación diaria de minuto a minuto y de segundo
a segundo. Es el Dios mío, en quien
puedo confiar como el mejor “Papito” del mundo.
A quien si le pido un pan no me devolverá una piedra. “¿Quién Señor se te compara entre los dioses? ¿Quién se te compara en grandeza y santidad? Tú, hacedor de maravillas, nos impresionas
con tus portentos” (Éxodo 15:11).
Confiemos en su Palabra. Si Dios cuida de las aves y de las flores del
campo, ¿no somos nosotros más valiosos para Él?
Amado Padre celestial: Confieso
que eres mi Dios y mi Señor. Te doy
gracias por el cuidado que siempre nos has otorgado y porque sé que jamás nos
dejarás ni desampararás. Confío en tu
Palabra y declaro que tus promesas se cumplirán de manera sobrenatural, como a ti
te gusta hacer las cosas: asombrándonos con tus prodigios y bendiciones. ¡Gracias mi Señor!
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario