martes, 26 de junio de 2012

Aprendiendo a vivir en cualquier circunstancia


Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia.  He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.

Filipenses 4:12.

Lectura diaria: Filipenses 4:4-20.  Versículo principal: Filipenses 4:12

REFLEXIÓN

Siempre debemos estar preparados para afrontar las dificultades.  Personalmente considero que la vida cristiana es exactamente igual a la del común de la gente: con problemas, triunfos, derrotas, alegrías, tristezas, caídas y levantadas; solamente que con el Señor resultamos más que vencedores: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (v. 13).  Nada de esto es inevitable y todos en algún momento pasaremos situaciones difíciles y en vez de irnos contra Dios o buscar pretextos para ver a quien recaerle con nuestros argumentos, lo que nos toca hacer es buscar con más ahínco el rostro del Señor.  “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias” (v. 6). 
Tal vez, las personas dicen: “oro al Señor y le ruego por mi petición”, pero darle “gracias” por lo malo, es inverosímil.  Para Dios no lo es y eso es precisamente lo que Él quiere que hagamos.  La acción de gracias es parte de la alabanza y adoración que merece y es ahí donde se puede revelar el Señor en nuestras vidas.  El poder de la alabanza es inmenso y es hora de empezar a practicarlo. 
Mi hogar en el aspecto financiero ha sido de un tiempo para acá una montaña rusa: sube y baja con gran facilidad dejando muchas veces sinsabores y sensaciones fuertes.  Considero que todos en casa hemos aprendido a vivir en cada una de estas circunstancias.  Tiempos en que decimos “no más lentejas por favor”; y tiempos sobreabundantes de manjares y gustos exquisitos. Aun así, no podemos afirmar que hemos pasado un día absolutamente con agua.  Dios siempre da la provisión y tiene cuidado de nosotros, llega en el momento justo.  Su promesa se cumple: “Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (v. 19).     
Tomemos conciencia que es “mi Dios” quien nos proveerá de todo lo que necesitemos.  No es el Dios de Pedro ni de Juan, es el mío propio; con quien yo tengo una relación diaria de minuto a minuto y de segundo a segundo.  Es el Dios mío, en quien puedo confiar como el mejor “Papito” del mundo.  A quien si le pido un pan no me devolverá una piedra.  “¿Quién Señor se te compara entre los dioses?  ¿Quién se te compara en grandeza y santidad?  Tú, hacedor de maravillas, nos impresionas con tus portentos” (Éxodo 15:11).
Confiemos en su Palabra.  Si Dios cuida de las aves y de las flores del campo, ¿no somos nosotros más valiosos para Él?

Amado Padre celestial: Confieso que eres mi Dios y mi Señor.  Te doy gracias por el cuidado que siempre nos has otorgado y porque sé que jamás nos dejarás ni desampararás.  Confío en tu Palabra y declaro que tus promesas se cumplirán de manera sobrenatural, como a ti te gusta hacer las cosas: asombrándonos con tus prodigios y bendiciones.  ¡Gracias mi Señor!

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: