lunes, 4 de junio de 2012

Si escuchares su voz


Habla Señor que tu siervo escucha.  
 1 Samuel 3:9b.

Lectura diaria: 1 Samuel 3:1-21.  Versículo principal: 1 Samuel 3:9b.

REFLEXIÓN

Si estamos tan acostumbrados a hablar tanto que no les damos paso a nuestros interlocutores para que ellos también se expresen teniéndolos frente a frente, con mayor razón lo hacemos con el Señor a quien no vemos.  Se nos olvida que estamos es ante el Dios Omnipotente, Poderoso y Sublime.  En muchas ocasiones, nos dedicamos es a pedir, pedir y pedir sin ni siquiera tener en cuenta la alabanza y adoración; mucho menos, tenemos tiempo para permitirle al Señor hablarnos. “Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón” (Hebreos 3:7). 
Dios nos habla muchas veces utilizando el medio que menos esperamos.  Su Palabra dice que de ser posible las piedras hablarán (Lucas 19:40).  Nos habla a través de la Escritura, de una predicación e inclusive puede dirigirse por medio de su naturaleza o por la boca de un niño.  Tenemos es que estar dispuestos a escucharle y a reconocer cuando se dirige a nosotros.  Esta es la función que hace el Espíritu Santo porque Él es el encargado de la obra regeneradora en cada uno.
El Señor nos llama para que ante todo haya un arrepentimiento genuino y después para que le sigamos comprometidos en difundir su mensaje de salvación.  Ese compromiso conlleva a comportarnos en integridad como sus hijos que somos, y a ser parte radical del cambio en el mundo actual. 
Si percibimos que nos está hablando no le interrumpamos; de hecho, personalmente considero que esos minutos son indescifrables cuando el Señor nos lleva de manera sobrenatural a su presencia y nos regocijamos completamente.  Son minutos y segundos que no se desea,  se acaben nunca.  Hay es donde se entiende que vale más un día es sus atrios que mil fuera de ellos (Salmo 84:10), y ni siquiera un día; un minuto, un segundo basta.  No quiero decir con lo anterior que las otras maneras de hablarnos no cuentan; lo que sucede es que, hay momentos en que su presencia es tan real que nos lleva completamente al quebrantamiento y es ahí entonces, cuando nuestro corazón se compagina con el suyo y brota una adoración saturada completamente por su Santo Espíritu. Momentos indecibles, difíciles de explicar pero yo, por mi propia experiencia puedo afirmar que son únicos e irrepetibles. Lo digo como testimonio porque esto fue lo que me sucedió días después de saber sobre mi cáncer de seno. Si eso es aquí en la tierra ¿cómo no será allá en el cielo?  Y el Señor tuvo su manera de hablarme porque entendí que si me llevaba con Él, iría a estar muchísimo mejor que aquí en la tierra y todo mi temor quedó regado en sus brazos. ¡Oh Dios, mi corazón se quebranta de solo pensarlo!
No desaprovechemos las ocasiones que Dios nos regala para escucharle.  No sigamos haciendo caso omiso a sus llamados.  Nos estamos perdiendo el sublime regalo de estar en su presencia y de hacer su voluntad.  Estemos siempre dispuestos para decirle: ¡Habla Señor, que tu siervo escucha!

Amado Señor: Gracias porque aun en estos tiempos Tú sigues mostrándote a la humanidad tal como el Dios amoroso y misericordioso que eres.  Permítenos ser sensibles a la voz de tu Santo Espíritu y dejarnos guiar por ella para glorificarte y adorarte como lo mereces.

Un abrazo y bendiciones.

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