Habla Señor que tu siervo escucha.1 Samuel 3:9b.
Lectura diaria: 1 Samuel
3:1-21. Versículo principal: 1 Samuel
3:9b.
REFLEXIÓN
Si estamos tan acostumbrados a
hablar tanto que no les damos paso a nuestros interlocutores para que ellos
también se expresen teniéndolos frente a frente, con mayor razón lo hacemos con
el Señor a quien no vemos. Se nos olvida
que estamos es ante el Dios Omnipotente, Poderoso y Sublime. En muchas ocasiones, nos dedicamos es a
pedir, pedir y pedir sin ni siquiera tener en cuenta la alabanza y adoración;
mucho menos, tenemos tiempo para permitirle al Señor hablarnos. “Si ustedes
oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón” (Hebreos 3:7).
Dios nos habla muchas veces
utilizando el medio que menos esperamos.
Su Palabra dice que de ser posible las piedras hablarán (Lucas 19:40). Nos habla a través de la Escritura, de una
predicación e inclusive puede dirigirse por medio de su naturaleza o por la
boca de un niño. Tenemos es que estar
dispuestos a escucharle y a reconocer cuando se dirige a nosotros. Esta es la función que hace el Espíritu Santo
porque Él es el encargado de la obra regeneradora en cada uno.
El Señor nos llama para que ante
todo haya un arrepentimiento genuino y después para que le sigamos
comprometidos en difundir su mensaje de salvación. Ese compromiso conlleva a comportarnos en
integridad como sus hijos que somos, y a ser parte radical del cambio en el
mundo actual.
Si percibimos que nos está
hablando no le interrumpamos; de hecho, personalmente considero que esos
minutos son indescifrables cuando el Señor nos lleva de manera sobrenatural a
su presencia y nos regocijamos completamente.
Son minutos y segundos que no se desea, se acaben nunca. Hay es donde se entiende que vale más un día
es sus atrios que mil fuera de ellos (Salmo 84:10), y ni siquiera un día; un
minuto, un segundo basta. No quiero
decir con lo anterior que las otras maneras de hablarnos no cuentan; lo que
sucede es que, hay momentos en que su presencia es tan real que nos lleva
completamente al quebrantamiento y es ahí entonces, cuando nuestro corazón se
compagina con el suyo y brota una adoración saturada completamente por su Santo
Espíritu. Momentos indecibles, difíciles de explicar pero yo, por mi propia experiencia
puedo afirmar que son únicos e irrepetibles. Lo digo como testimonio porque
esto fue lo que me sucedió días después de saber sobre mi cáncer de seno. Si
eso es aquí en la tierra ¿cómo no será allá en el cielo? Y el Señor tuvo su manera de hablarme porque
entendí que si me llevaba con Él, iría a estar muchísimo mejor que aquí en la
tierra y todo mi temor quedó regado en sus brazos. ¡Oh Dios, mi corazón se
quebranta de solo pensarlo!
No desaprovechemos las ocasiones que
Dios nos regala para escucharle. No
sigamos haciendo caso omiso a sus llamados.
Nos estamos perdiendo el sublime regalo de estar en su presencia y de
hacer su voluntad. Estemos siempre dispuestos
para decirle: ¡Habla Señor, que tu siervo escucha!
Amado Señor: Gracias porque aun
en estos tiempos Tú sigues mostrándote a la humanidad tal como el Dios amoroso
y misericordioso que eres. Permítenos
ser sensibles a la voz de tu Santo Espíritu y dejarnos guiar por ella para
glorificarte y adorarte como lo mereces.
Un abrazo y bendiciones.
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