Hoy mismo el Señor ha declarado que eres su pueblo, su posesión preciosa, tal como lo prometió.Deuteronomio 26:18.
Lectura diaria: Deuteronomio
26:1-19. Versículo principal:
Deuteronomio 26:18.
REFLEXIÓN
Si en realidad fuéramos
conscientes de dónde somos y a quien pertenecemos muy seguramente seríamos más
positivos. Los hijos de un rey aquí en
la tierra se dan a conocer fácilmente no solo por su alcurnia sino por sus
nombres. Figuran en los principales
diarios y revistas porque el solo hecho de ser figura real, ya los hace
noticia. Nosotros, somos muchísimo más
valiosos que todos ellos, porque no somos hijos de un rey mortal sino del más
grande de todos: el Rey de reyes y Señor de señores. Sin embargo, vivimos cabizbajos y
entristecidos; no nos hacemos valer como lo que somos: “Pero ustedes son linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que
proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a la
luz admirable” (1 Pedro 2:9). Así como
está escrito: para proclamar las obras maravillosas que el Señor nos hace
continuamente. Del mismo modo que los
príncipes del mundo se hacen notar por sus obras en general benéficas, nosotros
también debemos poner muy en alto el nombre de nuestro Dios, ya que este es
Nombre sobre todo nombre; el más sublime y excelso de todos los que existen; el
nombre del Señor Jesucristo: “Él se entregó por nosotros para rescatarnos de
toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien”
(Tito 2:14). Su pueblo, su posesión
preciosa está destinado a hacer el bien en todo momento (Gálatas 6:9). Es el mejor testimonio que podemos dar como
hijos del Rey. Por los frutos nos
conocerán y seremos en verdad sus discípulos, los embajadores de la nación
santa.
Tenemos que aprender a
levantarnos y que el mundo entero sepa quienes somos; no seguir en el anonimato
como si lo hecho por nuestro Señor en la cruz del Calvario no hubiese valido lo
suficiente para que Dios nos tomara como sus hijos, posesión suya, linaje
escogido que ya nadie puede arrebatar.
Es hora de que el pueblo cristiano se manifieste y haga más presencia en
los diferentes estamentos gubernamentales para decir: “presente”. Y si no es a
nivel del gobierno, hacerlo en el rol que desempeñemos, pero que todos sepan
que los hijos del Rey, marcan la diferencia.
Amado Señor: Te damos gracias
porque por tu bendita misericordia y amor nos haz hecho partícipes de un reino
inconmovible: el celestial. Enséñanos a
movernos aquí en la tierra como embajadores de ese reino de modo que todos se
enteren quien eres Tú en verdad.
Un abrazo y bendiciones.
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