Por todo el camino que han recorrido, hasta llegar a este lugar, ustedes han visto como el Señor su Dios, los ha guiado, como lo hace un padre con su hijo.
Deuteronomio 1:31.
Lectura diaria: Deuteronomio
1:26-33. Versículo principal:
Deuteronomio 1:31.
REFLEXIÓN
¿Cuántas veces nos sucede igual
que a los israelitas? A pesar de haber
visto la mano de Dios prodigiosamente actuando en nosotros, volvemos a decaer
ante cualquier dificultad sin darnos quizá cuenta, que estamos pecando contra
el Señor por no confiar en su fidelidad.
El pueblo de Israel se asustó cuando los que habían ido a explorar la
tierra que el Señor les daría, vieron hombres fuertes y gigantes con sus
ciudades rodeadas de murallas (v. 28).
En nuestro andar diario nos vamos
a encontrar con enemigos que aparentan fuerza, poder, valentía y nos
atemorizan; gigantes que quieren hacernos ver como pequeños e insignificantes;
se nos atraviesas murallas que creemos difíciles de traspasar. Nada de esto nos debe quitar la tranquilidad
ni la fortaleza y mucho menos quebrantar nuestra fe. “No se asusten ni les tengan miedo” (v.
29). Si en ocasiones anteriores nos ha
sacado de problemas más difíciles muy seguramente este que es más pasajero, con
muchísima más razón “El Señor su Dios marcha al frente y peleará por ustedes
(v. 30).
Si resultamos no creyéndole a
Dios, nos encontraremos como ellos: dándole vueltas y vueltas al desierto hasta
que por fin estemos dispuestos a pedir perdón y poner la mirada de verdad, en
quien hemos creído: en el Señor Jesucristo quien es nuestra fortaleza (Filipenses
4:13). Él puede obrar en nosotros de
acuerdo a sus grandes riquezas: “Le pido que, por medio del Espíritu y con el
poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo
de su ser” (Efesios 3:16). Nos recuerda
que en sus brazos estamos seguros; nos cuida y guía como lo hace un padre con
su hijo. Si nosotros que siendo malos lo
hacemos de la mejor manera ¿cuánto más no lo hará nuestro Padre celestial que
es bueno? (Mateo 7:11).
Prosigamos la marcha sin dudar
por un momento de su protección y dirección a lo largo de este camino, en el
que a veces encontramos muchas piedras. Permitamos que su columna de nube nos
acompañe de día y la de fuego de noche.
Amado Señor: No permitas que ni
por un instante nos olvidemos de que eres el mejor Papito del mundo y que estando en tus manos nada ni nadie nos
podrá hacer daño alguno.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario