lunes, 12 de diciembre de 2011

A pesar de los problemas

Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.
Juan 16:33.


Lectura diaria: Juan 16:25-33. Versículo para destacar. Juan 16:33.


ENSEÑANZA


La paz del Señor es la que sobrepasa todo entendimiento y la que guarda nuestros corazones a pesar de la dificultad (Fil. 4:7). De hecho, el Señor sabía que nos desenvolveríamos en un mundo lleno de confusión y problemas. Ninguna situación por difícil que sea durará toda la vida y si no podemos añadir a nuestra cabeza ni siquiera un cabello, no sacamos nada con perturbarnos, llorar o patalear; las cosas se arreglarán en el momento oportuno dispuesto por Dios. Dios nunca llega ni muy temprano ni muy tarde; llega exactamente a la hora programada en su reloj. Lo que tenemos que hacer es poner los ojos en el Señor Soberano y refugiarnos en sus brazos (Sal. 141:8), con la certeza de que todas las cosas nos ayudarán para bien, así no lo entendamos, pero nos corresponde creerlo por fe. Tanto la fe como la paz juegan un papel importante en la vida del creyente porque son los dones que deben relucir en tiempos de angustia; no están ahí solo para que nos ufanemos de ellos cuando todo marcha a la perfección, sino para que nos los apropiemos con mayor razón en épocas de aflicción.

El rey David, fue un hombre que enfrentó multitud de problemas a su paso, pero su virtud mayor se convirtió en su propio deleite: buscar siempre el rostro del Señor; jamás dejó que su corazón desmayara y supo volcarse persistentemente hacia su Dios Poderoso en oración sincera a Él. Recurría al Señor para alabarle, glorificarle y darle gracias como también para llorarle y lamentarse en su presencia (Sal. 141:1-2). Aprendamos la lección: No solamente en días de sol y luz radiante el Señor está presente, también en la lluvia y tempestad su voz muy queda pero firme y tierna dice: “No temas, aquí estoy yo. No te dejaré ni te abandonaré porque eres precioso(a) para mí. ¡Anímate! Yo he vencido al mundo.


Aquel que vence al mundo está tocando a la puerta de tu vida para ver si le dejas seguir. Si oyes su voz y le abres, Él entrará en ti y cenará contigo (Ap. 3:20). ¿Deseas hacerlo? Te puedo guiar con una oración como ésta:


Amado Jesús: Hoy decido aceptarte como Señor y Salvador personal. Por favor entra en mi vida, perdona mis pecados y hazme de acuerdo a tu santa voluntad. Gracias Señor, porque de ahora en adelante sé que tendré en ti al mejor vanguardista de mi vida. Enséñame a descansar en ti y a agradarte cada día más. En tu nombre Jesús he orado, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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