jueves, 8 de diciembre de 2011

En el nombre de Jesús

Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo lo haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.
Juan 14:13-14.


Lectura diaria: Juan 14:1-14. Versículos para destacar: Juan 14:13-14.


ENSEÑANZA


El Señor antes de su muerte nos dejó la clave para recibir lo que pidamos: hacerlo en su nombre. Nuestras oraciones siempre deben llevar este sello que es el que nos garantiza que así se hará. Por otro lado, debemos pronunciarlo no como una frase más sino creyendo en verdad con el corazón que Jesús es el Señor, Dios omnipotente, dador del cielo y de la tierra; el dueño de la vida, del oro y de la plata, dueño de la ciencia y del mundo entero. ¿Por qué en el nombre de Jesús? Porque siendo Dios, tomó forma de hombre y con su naturaleza humana sufrió lo indecible para que nosotros pudiéramos tener todo aquello por lo cual Él murió. “Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. Para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra” (Fil. 2:9b-10). El nombre de Jesús desatará todo cuanto esté trabado, ligado, encadenado, enlazado y que Satanás no quiera soltar; porque todo, absolutamente todo, tiene que someterse al Nombre del Señor. Más adelante, el Señor reconfirma lo anterior: “Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre” (Jn. 16:23b). Como hijos de Dios que somos ya, tenemos el privilegio de acercarnos al Padre celestial con toda confianza; igual que un niño se acerca hacia su padre terrenal sin tener que pedirle permiso para hablarle. Esta es la confianza que nos dará el acercarnos a Dios, que si pedimos algo conforme a su voluntad, el Señor nos oye y concederá las peticiones de nuestro corazón (1 Jn. 5.14).

Para tener en cuenta: Arrimarnos a Dios con humildad, hablar con Él y pedirle lo que necesitamos en el nombre de su amado Hijo Jesús. Recordemos también que así como a nosotros nos gusta que nos alaben y echen flores, a Dios también le agrada que le adoremos con gratitud y exaltando su grandeza y poder. No todo es pedir, pedir y pedir; hay que saber dar gracias también. ¿A quién más iré Señor? ¿A quién más buscaré? ¡Tú eres el dueño absoluto de mi vida!


Hace dos mil años Dios nos dio el mejor regalo que pudiéramos tener. Permitió que en un humilde pesebre, naciera el Salvador del mundo para que tú le conocieras y le invitaras a tu vida. Ese Niño vino a darte vida y vida eterna; está tocando a la puerta de tu corazón para que le dejes seguir y enseñarte a vivir con Él. ¿Deseas hacerlo? Te puedo sugerir que hables con Él como con el mejor de los amigos a través de una oración como esta:


Amado Jesús: Confieso que soy pecador y te pido perdón por ello. No soy digno de que entres en mi casa pero gracias por venir a mi vida. Te la entrego, para que de ahora en adelante tú seas mi Señor y Salvador personal. Gracias por todo lo que hiciste por mí; por perdonarme y salvarme. Gracias por darme la vida eterna a tu lado. Gracias Padre por haberme dado a tu Hijo. Te oro en su bendito Nombre, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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