jueves, 22 de diciembre de 2011

La valentía de José

José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de su pecado.
Mateo 1:20b-21.


Lectura diaria: Mateo 1:18-25. Versículos para destacar: Mateo 1:20b-21.


ENSEÑANZA


Estas fueron las palabras dichas por el ángel del Señor a José en un sueño. José como todo hombre ante una situación similar se encontraba turbado e incluso había pensado dejar a María en secreto (v. 19). Sin embargo asumió su papel de padre terrenal e hizo lo que le correspondía como tal.

En la vida cristiana he visto casos similares al de José (no digo al de María); hombres que conocen a una mujer que por una u otra circunstancia han estado o quedado solas como madres y han encontrado a su lado un hombre que las dignifique y las ayude a aliviar su carga. Sin ir muy lejos, después de mi separación aún estando mis hijos mayores pequeños, Dios me hizo un regalo maravilloso: me dio al hombre que compartiría conmigo el resto de los años y quien ha sido un verdadero padre para mis hijos ganándose el cariño y el respeto de ellos. La Biblia dice que la mujer sabia edifica su casa, pero también considero que el hombre aparte de proveer para el hogar juega un papel determinante en él. Sí, la mujer sabia la edifica y la cantaletera la destruye y se convierte en gotera continua; pero aún así es peor el hombre rencilloso que se torna violento, humillativo, machista e intransigente; que no sabe tolerar ni perdonar y su hogar se vuelve un infierno donde la pobre mujer tiene que aguantar y aguantar porque desafortunadamente no tiene otro camino que escoger.

El ejemplo de José es clave para muchos hombres, en especial para el latino que se considera el “rey de la casa” haga lo que haga, y nadie puede llevarle la contraria. ¿Cómo actuó José? Con demasiada prudencia, tolerancia y amor. El Señor vino a darnos su amor total y es precisamente eso lo que espera Dios que haga todo hombre con su esposa: que la envuelva de amor a pesar de las circunstancias que la rodeen: “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable” (Ef. 5:25-27). Al esposo le corresponde levantar a su cónyuge para presentarla ante la sociedad y los suyos como la mujer radiante, bella y que no tiene mancha alguna; en fin, para sentirse orgulloso de la que es su compañera, amiga, esposa y amante. ¿Si es ella la reina de su hogar? Dicen por ahí, que si nosotras queremos que nos traten como reinas, también debemos hacerlos sentir como reyes a ellos y creo que es valedero para ambos casos. Queridos señores: vale la pena revisar quién fue José y lo que tuvo que enfrentar, para así copiar de este humilde hombre su nobleza y gallardía y actuar como todo un varón para dejar a su amada en el pedestal que le correspondía.


Si nunca le has entregado tu vida a Jesús, te invito a hacer una corta oración en estos momentos. Dile así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito, te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados, toma el control del trono que hasta ahora yo manejo, y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por hacerlo y por enseñarme a través de José, la consideración y el amor que le debo a mi esposa. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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