martes, 6 de diciembre de 2011

El mejor ejemplo de humildad

Pues si yo, el Señor y Maestro, les he lavado los píes, también ustedes deben lavarse los píes los unos a los otros.
Juan 13:14.


Lectura diaria: Juan 13:1-17. Versículo para destacar: Juan 13:14.


ENSEÑANZA


El pasaje de la lectura diaria nos habla del lavamiento de los pies a los discípulos por parte del Señor. Pedro el líder del grupo no quería que su Señor fuese quien realizara este acto de humildad, se sentía mal por ello y el Maestro le repica: “Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo” (v. 8b); “El que ya se ha bañado no necesita lavarse más que los píes” (v. 10). En tiempos de Jesús, lavar los pies era una costumbre realizada siempre por un sirviente o esclavo. Los esclavos eran vistos como inservibles, como quizá mal se llama a los que ahora deambulan por las calles: “desechables”; ese trabajo para nada agradable lo cometían ellos. De ahí la reacción de Pedro al ver que su Señor y Maestro se hincaba ante él, con el deseo de hacerlo. Al inclinarse el Señor como Dios que es y tomar el cargo de un simple esclavo o siervo inservible lavándole los pies a sus discípulos, nos deja la lección de la humildad para hacer lo mismo y entender que todos estamos llamados a servir.

Hay que resaltar también algo importante en la lectura: necesitamos estar bañados. Sí, bañados y limpiados con su preciosa sangre derramada por nosotros en la cruz. Por eso les dice el Señor: “Y ustedes ya están limpios, aunque no todos” (v. 10b), –el “no todos”, se refiere a Judas quien lo iba a traicionar–. Sus discípulos le conocían y le siguieron. Cuando recibimos al Señor, hay un acto de arrepentimiento y somos lavados inmediatamente con la sangre de Jesús y formamos parte de su reino como hijos amados por Él. Las dos lecciones nunca las debemos olvidar ni menospreciar: El Dios eterno, Rey de reyes, Señor de señores y Maestro por excelencia, se humilló por nosotros hasta la muerte más denigrante: muerte de cruz, para darnos ejemplo de vida a seguir.


Todos somos pecadores y necesitamos de ese baño: “Si no te los lavo no tendrás parte conmigo” (v. 8b). Eso es lo que hoy el Señor también te dice. Quiero estar contigo y sanar tus heridas con mi sangre. El Dios celestial viene para inclinarse hacia ti sin importarle su condición de Dios y quiere que te dejes lavar por Él. Será la única manera en que puedas entender lo que es la verdadera humildad. Siempre damos de lo que recibimos y este es el más puro y sublime de los actos: Dios hecho hombre como esclavo y siervo; atropellado, calumniado y martirizado solo con el único fin de abrir sus brazos y alcanzarte para su reino. ¿Deseas que el Señor te lave? Solo tienes que confesarlo con tu boca y creer en tu corazón que Jesús es el Hijo de Dios que vino a morir por tus pecados y que resucitó para darte vida eterna. Te puedo guiar con una oración como ésta:


Señor Jesucristo: Necesito de ti. Sé que soy pecador y te pido perdón por ello. Te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador. Lávame y límpiame con tu preciosa sangre. Toma el control del trono de mi vida y hazme de acuerdo a tu santa voluntad. Gracias Señor porque lo que hiciste conmigo es el más fiel ejemplo de humildad y de amor, al dar tu vida por mí. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: