domingo, 18 de diciembre de 2011

La disposición para dejarle entrar

Aquí tienes a la sierva del Señor –contestó María–. Que él haga conmigo como me has dicho. Con esto el ángel la dejó.
Lucas 1:38.


Lectura diaria: Lucas 1:26-38. Versículo para destacar: Lucas 1:38.


ENSEÑANZA


No estoy de acuerdo con la posición de la iglesia católica de adorar a María, porque la adoración solo se le debe rendir a Dios; pero tampoco comulgo con la de la iglesia protestante evangélica retrógrada, en ni siquiera hablar de la bendita virgen María porque se “contaminan” yo no sé de qué. Hay que admirar la decisión de esta joven y que aún después de conocer cómo sucedería todo aquello –pues el ángel le explicó: “–El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que el santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios” (v. 35) –, no titubeó para tomar su decisión. María, se convirtió de este modo en la primera persona en recibir a Jesús en su corazón. Desde el primer momento debió saber que lo que le esperaba no era cosa fácil; tendría que enfrentarse primero a su prometido José y luego a una sociedad judía donde por el caso de quedar una mujer embarazada sin estar casada, era lapidada hasta encontrar la muerte. A todo esto se sumaría más tarde el dolor de madre del cual le habló el devoto Simeón: “En cuanto a ti, una espada te atravesará el alma” (Lc. 2:35b). Sin embargo, estaba dispuesta a hacer lo que tuviera que hacer para cumplir la voluntad de Dios.

El Señor es todo un caballero y nunca entra intempestivamente a una casa. Toca a la puerta y llama, si alguien oye su voz y abre la puerta, entrará; de lo contrario no. El ejemplo claro nos lo deja a través de la anunciación a María, Él pide consentimiento y en nosotros está el contestarle como aquella humilde mujer: –Aquí tienes a tu siervo(a) Señor. Haz en mí tu voluntad–. Quizá en muchas ocasiones también enfrentando a una sociedad tradicional o como a tantos mártires que en distintas épocas de la historia han tenido que sufrir los rigores de dictaduras o contravenciones de gobiernos donde no se permite la palabra “Dios”. Sin embargo, a nosotros nos tocó cosechar con júbilo lo que nuestros antepasados sembraron con llanto y aún así, al corazón endurecido del hombre le cuesta decir: “Sigue Señor que tu siervo soy”.

Como lección para practicar: no critiquemos a María por diferencias cristianas entre unos y otros; aprendamos de ella a ser resueltos y a enfrentar los problemas que acarrea nuestra decisión por el Señor, con la humildad y abnegación que esta sierva lo hizo. Lo importante es que la voluntad de Dios se cumpla en nosotros y no que por nuestra voluntad, estropeemos el camino que el Señor nos tiene trazado.


La bendita virgen María aceptó el ofrecimiento de Dios sin titubear y gracias a su decisión nuestro Señor Jesucristo vino a salvarnos. Ahora este ofrecimiento también está disponible para ti, y tú decides si le dejas seguir o le cierras el paso. Si estar dispuesto a dejarle entrar, te sugiero hacer una oración como ésta:


Amado Jesús: Hoy decido abrirte la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador personal. Toma mi vida y perdona todos mis pecados. Me presento como tu siervo Señor, hazme de acuerdo a tu santa voluntad. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.