lunes, 19 de diciembre de 2011

Bienaventurado el que cree

¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!
Lucas 1:45.


Lectura diaria: Lucas 1:39-45. Versículo para destacar: Lucas 1:45.


ENSEÑANZA


Cuando María va a visitar a Elisabet, tan pronto como la saluda el niño que ella llevaba en su vientre saltó de alegría. Todo se estaba cumpliendo a la perfección: Elisabet ya tenía seis meses de embarazo cuando el ángel se le presentó a María. Zacarías su esposo, no había creído las palabras del ángel Gabriel cuando le anunció el nacimiento de Juan el bautista y por esto quedó mudo (Lc. 1:10-22), hasta el momento de comprobar que era cierto el anuncio. Zacarías dudó porque tanto él como su esposa ya eran de cierta edad, y ella era una mujer estéril; pero como le dijo Gabriel a María refiriéndose al embarazo de su parienta: “para Dios no hay nada imposible” (Lc.1:37). De ahí las palabras de Elisabet, al observar que María a pesar de no estar casada todavía, había comenzado ya a engendrar en su vientre al niño Jesús: “¡Dichosa tú que has creído”.

Igual que María acunó en su corazón a Jesús y se llenó de alegría al saber que el Salvador haría parte de su vida, confiando en las palabras del ángel, nosotros también podemos permitir que el Salvador del mundo entre en nuestro corazón y haga allí su morada. Sin embargo, muchos como Zacarías dudan e inclusive se mofan de la Palabra de Dios; les es imposible creer que el Señor pueda entrar en su vida y cambiar completamente su ser. Están tan entenebrecidos en su pecado que no le permiten entender lo que dice la Escritura de: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Co. 517). Para Dios no hay nada imposible. Así sea el asesino, paramilitar o guerrillero más cruel, si voltea los ojos a Dios y recibe al Señor en su corazón arrepentido de sus pecados, Dios lo convierte en una nueva creación quedando todo lo anterior atrás y empezando una nueva vida con Él. De ahí que no podemos juzgar a nadie ni señalarlo por lo hecho en su vida pasada cuando ya hubo Alguien que pagó por su transgresión. Si Dios no se acuerda de sus pecados, ¿por qué nosotros sí? Permitamos a Dios glorificarse en las vidas de quienes le hemos creído para que también seamos llamados “Bienaventurados”. ¡Creámosle! Porque lo dicho se cumplirá.


Tú puedes permitir que Jesús entre en tu vida si le haces una cunita en el fondo de tu corazón. Él dijo que entonces serías llamado hijo de Dios y te daría la vida eterna. Es muy fácil hacerlo; solo con que le digas sinceramente que crees lo que dice de Él su Palabra, puedes lograrlo. Podemos orar así:


Amado Jesús: Creo en mi corazón y confieso con mi boca que eres el Hijo de Dios, nacido de una virgen. Que moriste por mi en una cruz pero que también resucitaste para darme vida eterna a tu lado. Hoy decido aceptarte como mi Señor y Salvador personal; perdona todos mis pecados y hazme la persona nueva que dijiste que me harías. Gracias Señor porque lo creo, lo confieso y declaro que así será. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.


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