viernes, 23 de diciembre de 2011

La ciudad de David nuestra Belén también

También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa.
Lucas 2:4-5.


Lectura diaria: Lucas 2:1-7. Versículos para destacar: Lucas 2:4-5.


ENSEÑANZA


El reloj exacto de Dios, no da salto alguno sin su consentimiento. Sucedió que el emperador de aquellos días Augusto César, decretó levantar un censo en todo el imperio romano y tenía que ir a inscribirse cada uno a su propio pueblo. Tanto José como María eran descendientes de David de la tribu de Judá, y por consiguiente su ciudad de origen era Belén. Todo estaba perfectamente cronometrado, había una profecía que debería cumplirse tal como estaba predicha y Dios Padre, sincronizó todas las cosas para que así sucediera.

Belén, considerada como la más pequeña de la tierra de Judá, sería grandiosa porque albergaría en su seno al Redentor de la humanidad: “Pero de ti, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá; saldrá quien gobernará a Israel” (Mi. 5:2). En Belén nació el Señor Jesucristo, descendiente del rey David, quien también nació allí. El propósito de Dios se cumpliría sin preámbulos.

Cuántas veces queremos hacer las cosas a nuestro antojo y el Señor nos va cerrando el paso hasta que por fin caemos rendidos a sus píes y decimos: -Señor, basta; he comprendido lo que me quieres decir. Tu voluntad no la puedo cambiar y mi vida está en tus manos­­–. El propósito que Dios tiene para cada uno se cumplirá así demos mil vueltas alrededor; al final notaremos que bastaba con solo una para llegar al mismo punto. Pero nosotros, incrédulos y desobedientes no le creemos a Dios y somos los causantes de darnos golpe tras golpe, mientras el Señor observa con paciencia y nos levanta nuevamente para que continuemos por la senda que Él desde antes nos tenía trazada. Las circunstancias difíciles nos llevan a la desesperación y caemos sin querer en la queja. El pueblo de Israel por no creerle al Señor, le tocó andar errante por el desierto cuarenta años (Num. 14:33). Pidámosle al Señor que no nos deje perder la perspectiva y que nos muestre nuestra Belén para no seguir errantes sin lograr encontrar el rumbo correcto.


¿Te sientes desubicado, no sabes para dónde ir, ni qué es lo que deseas para ti? Dios Padre te tiene dispuesta una Belén que solo Él sabe por dónde hacerte llegar. Déjate guiar por el mejor camino de la mano de Jesús. Puedes hacerlo a través de una oración como ésta:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados y dirige mis pasos directamente hacia la Belén que me tienes trazada de acuerdo a tu santa voluntad. Gracias Señor por escuchar mi oración. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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