domingo, 25 de diciembre de 2011

Nos ha nacido un niño


Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un
hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos
nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.

Isaías 9:6.



Lectura diaria: Isaías 9:1-7. Versículo para memorizar: Isaías 9:6.

ENSEÑANZA

El niño Jesús de Belén se convierte en el Consejero por excelencia, en el Dios fuerte, en el Padre eterno y/o en el príncipe de paz. Jesús es el Todo de quien lo busca; quien lo halla encuentra su paz, su abrigo, su calor, su ternura y su amor. Jesús es el consuelo del afligido, del enfermo, del desvalido. Es el Dios que refresca el alma, que da fuerza al cansado, que alumbra el sendero. Es el amigo fiel que jamás dice: “no estoy” o “estoy ocupado, vuelve después”. Está en el olor de las flores fragantes, en el trinar de los pajaritos al amanecer, en el murmullo del claro manantial o en el ruido estrepitoso de los truenos. En todo lugar hace sentir su presencia; su loor se va posando de flor en flor como queriendo que por fin volteemos la mirada hacia su rostro.
Jesús está aquí; en el amanecer y en el anochecer. Cabalga en un blanco caballo y se le llama Fiel y Verdadero; en su muslo tiene escrito el nombre: “Rey de reyes y Señor de señores”. Está siempre al lado, aguardando el momento oportuno para que entienda el hombre cuánto lo ama y espera por él.
Jesús no resiste más el verte afligido y solitario. Vino precisamente para llenar cuanto vacio tienes en el corazón. Quiere convertirse en tu dueño y ha esperado por ti por tanto tiempo, que su amor ya no resiste más. Hoy día de la Natividad, quiere ofrecerte el mejor regalo: su vida misma para que le conozcas y halles al que dijo ser Dios. Déjale entrar, acúnale en lo profundo de tu ser y permite que día a día crezca en ti guiándote por el sendero que te tiene preparado. Si es tu deseo háblale así:

Amado Jesús: Te necesito. Estoy cansado de andar errante por el mundo sin encontrar la paz que necesito para mi vida. Hoy decido entregártela para que hagas de mi la persona que quieres que yo sea. Te abro la puerta de mi corazón y te pido que entres y seas mi Señor y Salvador personal. Perdona todos mis pecados y enséñame a andar a tu lado. Gracias Señor por haber nacido hace dos mil años para mí. Gracias por mostrarme esa nueva vida contigo. En tu nombre Jesús, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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