martes, 27 de diciembre de 2011

La ofrenda para el Señor

Cuando llegaron a la casa vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.
Mateo 2:11.


Lectura diaria: Mateo 2:1-12. Versículo para destacar: Mateo 2:11.


ENSEÑANZA


Los sabios de oriente, los llamados tradicionalmente como reyes magos, sabían que Jesús nacería por esa época y querían visitarlo. No eran judíos ni romanos; tal parece que venían de tierras paganas como entendiendo que la redención había llegado para toda la humanidad. Reconocieron su soberanía y se refirieron al Niño como rey de los judíos (v. 2). Ellos siguieron el camino guiados por una estrella hasta encontrar el lugar donde se encontraba Jesús. Dice la Palabra que se postraron y lo adoraron. ¡Gloria a Dios! Solamente el Espíritu Santo puede dirigir y poner en el corazón el conocimiento exacto de quien es Rey y Señor sin tapujo alguno, tal como sucedió con ellos. Lo adoraron como se merecía: “Alaben el nombre del Señor, porque solo su nombre es excelso”; “¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!” (Sal. 148:13 y 150:6). No solamente le adoraron, le llevaban presentes: oro, incienso y mirra. El oro se lo presentaron como al rey que era; el incienso como a Dios y la mirra como al hombre que había de morir. ¿Cuál es tu ofrenda para el Señor?

Mi Jesús amado: yo también quiero ofrecerte lo que tengo para que te glories en ello. Te entrego el oro que poseo, sabiendo que ha procedido de ti por tu amor y compasión. Te entrego el incienso a través de las oraciones que te elevo. Ténlas en cuenta tanto las que te presento quebrantada como las que repico por el camino o en el quehacer cotidiano. Señor, no puedo quedarme con la mirra que a veces pesa mucho; que sean mis cargas, mis afanes, mis tristezas y desilusiones esta ofrenda que te entrego. Mi buen Jesús: te entrego también esta cuevita que albergo para ti; ahí están mis devocionales plasmados. Bendigo a todos los que lo visitan; permite que a través de él muchos te conozcan y encuentren el anhelado camino en sus vidas. Y por último mi Señor te entrego a la persona que lo está leyendo en este momento para que la llenes de ti. Llega a lo más profundo de su alma y concédele la paz que necesita.


Mira, es para ti este mensaje. Dios te ha ofrecido a su propio Hijo Jesús para darte la salvación. Ahora tú puedes retribuirle este regalo con otro que le haría feliz: el cofre de tu corazón. El Señor quiere reposar en él y de ti depende si le dejas seguir o no. Si tu decisión es afirmativa, te invito a orar conmigo así:


Señor Jesús: Quiero entregarte mi oro, incienso y mirra encerrados en mi propia vida. Toma el control de ella; te acepto como mi Señor, Salvador y Rey que eres. Perdona mis pecados y hazme de acuerdo a tu santa voluntad. En tu dulce nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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