martes, 2 de agosto de 2011

Solo bastó un sacrificio

Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.

Hebreos 10:14.


Lectura diaria: Hebreos 10:1-18. Versículo para destacar: Hebreos 10:14.


ENSEÑANZA


Solo bastó un sacrificio para que tuviéramos derecho a la vida eterna. El Señor Jesús se hizo obediente y como lo promulgó el rey David se cumplió: “A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo; no te agradaron ni holocaustos ni sacrificios por el pecado. Por eso dije: “Aquí me tienes –como el libro dice de mí–. He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad” (vv. 5-7). La obediencia de un hombre fue suficiente y ya no hay necesidad de volver a los sacrificios. El sacrificio ofrecido día tras día por los sacerdotes no puede quitar el pecado (v. 11), y es como si le estuviéramos diciendo al Señor: “Tu sacrificio no valió, no me sirvió para nada”. Al contrario, cuando aceptamos el sacrificio de Jesús por nosotros, el Espíritu Santo entra a formar parte también y nos va guiando por el camino correcto a través de su Palabra de tal manera que por obra sobrenatural empezamos a entender sus leyes y a acatarlas (v. 16) “Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades” (v. 18). Esto es lo más importante de ese sacrificio santo y sin mancha: saber que por Él ya no se nos tildará más de pecadores y tenemos el derecho a gozar de una vida eterna, “Por tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús” (Ro. 8:1). Ahí, está la promesa. Simplemente como dice más adelante el autor de Hebreos, somos conscientes del mejor y permanente patrimonio, por eso, no debemos perder la confianza sino perseverar cada día en la gracia concedida (Heb. 10:34-36). ¡Gracias Señor porque sin merecerlo, llevaste todo el peso de nuestros pecados!


Si este mensaje ha tocado tu corazón y entiendes que no importa cuán grandes han sido tus pecados, sino reconocer el amor y misericordia de Aquel que los cargó por ti, te invito a hacer una pequeña oración, así:


Señor Jesucristo: Entiendo que soy pecador y que cargaste con todas mis faltas con tu muerte. Creo también que resucitaste de entre los muertos para decirme que yo también resucitaré contigo. Hoy decido aceptarte en mi corazón como Señor y Salvador de mi vida. Confieso que tu bendita sangre me limpia completamente de todos mis pecados y que estos ya no existen más, porque solo bastó tu sacrificio como pago por mi deuda. Gracias Señor por venir a morar conmigo; por perdonarme y limpiarme; por hacer de mí una persona nueva; por darme la vida eterna, y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu para entender tu Palabra. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: