lunes, 29 de agosto de 2011

El cielo, sitio de adoración total

Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas.
Apocalipsis 4:11.


Lectura diaria: Apocalipsis 4:1-11. Versículo para memorizar: Apocalipsis 4:11.


ENSEÑANZA


La alabanza y adoración al Señor, es el mejor regalo que podemos ofrecerle; de ahí que sea una parte muy importante dentro del culto. Personalmente, considero que la adoración nos lleva a encontrarnos cara a cara con nuestro Dios; a humillarnos y reconocer que no somos nada y que el Señor, es el Creador de todas las cosas: “sin él, nada de lo creado llegó a existir” (Jn. 1:3). Cuando Jesús se encontró con la samaritana fue muy claro en decirle: “Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:23), es que tiene que ser en verdad, cuando el Espíritu del Señor se compagine con el nuestro; cuando no importe el tiempo ni la hora porque los minutos allí no cuentan. Solo sabemos que estamos directamente en su presencia y nos sentimos transportados a lugares celestiales; todo nuestro cuerpo y nuestro ser, están rendidos ante Él.

El cristiano sincero no puede rechazar la alabanza y adoración porque vemos claramente aquí en Apocalipsis, que en el cielo, ese será nuestro trabajo: “Y día y noche repetían sin cesar: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir” (v. 8). ¡Cómo me gusta leer esto! No puedo pasarlo, sin recordar que mi madre está allá en el cielo esperando mi llegada para tomarme de la mano como el Señor me lo mostró en un sueño o visión y pasearme junto a ella, confirmándome: “aquí en el cielo todos alabamos al Señor”. Añoro llegar a esa morada eterna, a mi nueva Jerusalén con calles de oro y mares de cristal, donde no solamente voy a estar con mi Rey y Señor que me tomará en sus brazos y secará toda lágrima que brote de mis ojos; sino que también me encontraré con todos mis seres queridos que han muerto con el Señor Jesús. “Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida” (Sal. 84:2).


Mi recomendación es no despreciar la alabanza en nuestro lugar de congregación; por el contrario, siempre que se tenga la ocasión, estar en contacto con nuestro Dios, en adoración sublime a Él. Y si tú nunca has experimentado sentir su presencia, ni entiendes lo que es postrarse de corazón y cuerpo ante sus píes, te invito a conocer a Jesús; su Santo Espíritu te enseñará y guiará a orar y adorar en espíritu y en verdad. Si deseas tener esta relación personal, te puedo guiar con una oración así:


Señor Jesús: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Ven a mi corazón, perdona todos mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por venir a morar conmigo; por perdonarme y limpiarme; y por dirigirme hacia tu presencia en alabanza y adoración como es tu deseo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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