domingo, 28 de agosto de 2011

Como la oración de Habacuc y de David

Señor, he sabido de tu fama; tus obras, Señor, me dejan pasmado. Realízalas de nuevo en nuestros días, dalas a conocer en nuestro tiempo; en tu ira, ten presente tu misericordia.

Habacuc 3:2.


Lectura diaria: Habacuc 3:1-19. Versículo para destacar: Habacuc 3:2.


ENSEÑANZA


Nadie que conozca al Señor puede decir que no ha visto su gloria. El solo hecho de permitirle al hombre el arrepentimiento es una obra poderosa. Luego, lo que va realizando en cada uno de nosotros es admirable. No podía dejar pasar este mes inadvertido y puedo dar testimonio sobre muchas cosas: “¡Tú me salvaste de la violencia!”; “Me enredaron los lazos del sepulcro, y me encontré ante las trampas de la muerte. En mi angustia invoqué al Señor; llamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo”; “Tú, Señor, eres mi lámpara; tú, Señor, iluminas mis tinieblas”; “Es él quien me arma de valor y endereza mi camino”; “tu bondad, me ha hecho prosperar”; “Él es el Dios que me vindica” (2 S. 22:2e, 6-7, 29, 33, 36b, 48).

“Su gloria cubre el cielo y su alabanza llena la tierra. Su brillantez es la del relámpago, rayos brotan de sus manos; ¡tras ellos se esconde su poder!”; “Se detiene, y la tierra se estremece; lanza una mirada, y las naciones tiemblan. Se desmoronan las antiguas montañas y se desploman las viejas colinas, pero los caminos de Dios son eternos” (en la lectura v. 3-4 y 6).

Señor, sigue esparciendo tu fama, ¡que todos conozcan tu poder en estos tiempos! Pero por favor, como Habacuc te decía: “Ten presente tu misericordia”. Después de haber vivido muchas aflicciones y estado al borde del sepulcro hace tres años, puedo cantar con Habacuc: “Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las vides, aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aún así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios mi libertador! El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis píes la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas” (vv. 17-19). Señor, ¡esa es mi oración también! ¡Me regocijo y alegro! Que solo me baste tu gracia y pueda proclamar con David: “¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca! ¡Exaltado sea Dios mi Salvador!” (2S. 22:47).


Sí, el Señor vive y puede demostrarte su poder; ¿deseas conocer de su fama? Entrégate a Él; está a la puerta de tu vida, llamándote (Ap. 3:20) ¿Quieres dejarle entrar? Con una corta oración puedes hacerlo, te aseguro que no te defraudará. Dile así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados; toma el control del trono de mi vida y hazme la persona que quieres que yo sea y realiza tu gran obra en mí. Gracias Señor por hacerlo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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