sábado, 27 de agosto de 2011

Perseverar en la mejor inversión

Eso sí, retengan con firmeza lo que ya tienen, hasta que yo venga.
Apocalipsis 2:25.


Lectura del día: Apocalipsis 2:1-29. Versículo para memorizar: Apocalipsis 2:25.


ENSEÑANZA


Cuando se tiene un tesoro, se quiere resguardar y cuidar muy celosamente para que no se vaya a estropear ni perderse fácilmente. Si esto se hace con los bienes terrenales ¿por qué no cuidar entonces, el tesoro más preciado como es el de la salvación? El Señor nos invita a hacer tesoros en el cielo, donde la polilla ni el óxido carcomen, porque donde está nuestro tesoro, también estará nuestro corazón (Mt. 6:19-21). Si perseveramos y custodiamos lo que ya hemos alcanzado, quiere decir que estamos cosechando e invirtiendo aún más en el reino celestial y eso es lo que el Señor espera de sus hijos. Hemos sido rescatados del fuego eterno, una salvación tan grande no se puede despreciar; pero si se ha caído, o se está alejado, hay que recordar el primer amor; arrepentirse y volver a practicar lo que se hacía al principio, lo que nos enamoró del Señor (vv. 4-5).

Hay promesas valiosas para el que es fiel y persiste: “Le daré derecho a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios” (v. 7b); “Yo te daré la corona de la vida” (v. 10c); “Al que salga vencedor le daré del maná escondido, y le daré también una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que solo conoce el que lo recibe” (v. 17b); “Le daré autoridad sobre las naciones” (v. 28); “También le daré la estrella de la mañana” (v. 28). ¡Qué hermoso será ese día, al lado de nuestro amado Señor gozando de tantos privilegios!


Si no has ahorrado para la alcancía del cielo, nunca es tarde para empezar; poco a poco se puede ir guardando todo bajo su custodia y al final verás que fue importante la inversión. Por eso te invito a entregarle tu corazón al Señor Jesucristo, Él quiere que transformes tu vida en el mayor tesoro: tu salvación. Si es tu deseo, podemos orarle así:


Amado Jesús: Yo te necesito. Soy pecador y te pido perdón por ello. Ven a mi vida; te acepto como mi Señor y Salvador personal. Enséñame a llevar una existencia recta, acumulando cada día más riqueza en las arcas de la vida eterna que me ofreces. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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