miércoles, 17 de agosto de 2011

Cuando el pecado acecha

Una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa.
2 Samuel 11:2.


Lectura diaria: 2 Samuel 11:1-27. Versículo para destacar: 2 Samuel 11:2.



ENSEÑANZA


La historia de David con Betsabé, nos demuestra claramente hasta dónde puede llegar el más piadoso de los hombres cuando sus impulsos lo dominan. Siendo David, el guerrero invaluable, el ungido del Señor, el hombre con un corazón conforme al corazón de Dios, el que de joven fue un humilde pastor de ovejas; en un momento de euforia y de pasión, se dejó llevar por sus instintos y cayó: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” (Jer. 17:9). Lo terrible de la narración es que no solo cometió adulterio, sino que se valió de su poder para llevarla a ella también a caer y no contento con esto, al saber que estaba embarazada, armó la patraña más grande para que Urías, su esposo, fuera asesinado en combate y dejar todo supuestamente “limpio”. “Miren al preñado de maldad: concibió iniquidad y parirá mentiras” (Sal. 7:14).

El rey David, tuvo la gracia de haber tenido un mensajero de parte de Dios, que le abriera los ojos y le permitiera ver su pecado. A pesar de haberse arrepentido y llorado con corazón contrito y humillado (Sal. 51), tuvo que cargar con las consecuencias: su hijo murió tan pronto como nació y además por ser el autor intelectual del asesinato de Urías, la espada jamás se apartó de su familia (2 S. 12:10). No hay duda que Dios nos perdona, pero las consecuencias quedan.

Como enseñanza, recapacitar y pensar que no debemos darle el más mínimo milímetro al diablo, porque él anda como león rugiente, buscando a quien devorar (1 P. 5:8b), y entre más alto sea el nivel de espiritualidad de la persona y su cargo, mayor será la tentación y la caída, sabiendo muy bien cuánto de la obra del Señor se derrumbará. “Resistan al diablo, y él huirá de ustedes” (Stg. 4:7b). La mejor manera de resistirlo, es enfrentándolo con toda la armadura de Dios (Ef. 6:11-18).


Si deseas conocer al único capaz de darnos todo el poder y la fortaleza, al Señor Jesús, te invito a orarle así:


Amado Jesús: Confieso que soy pecador y te pido perdón por ello. Toma el control del trono de mi vida; te acepto como mi Señor y Salvador personal para que hagas de mí, la persona que quieres que yo sea. Gracias Jesús por hacerlo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

2 comentarios:

Portal da Prosa dijo...

Parabéns pelo blog
Um excelente trabalho e admiravél


http://tonyranthum.blogspot.com

Dora C. dijo...

:)Gracias por sus comentarios. Bendiciones.