viernes, 12 de agosto de 2011

La compasión de Dios

Antes eran ustedes como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas.
1 Pedro 2:25.


Lectura del día: 1 Pedro 2:19-25. Versículo para destacar: 1 Pedro 2:25.


ENSEÑANZA


Bueno, ¿qué puedo decir? Mi padre fue una oveja descarriada; al fin de cuentas como todos nosotros, porque la Biblia afirma que no hay un solo justo; lo que pasa es que a veces nos creemos limpios y justos y eso no es verdad. Todos, absolutamente todos necesitamos de Dios, “De hecho, no ha distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Ro. 3:22b-23). Lo increíble, lo sublime, es que “por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (Ro. 3:24). Sí, gracias a Dios mi padre al igual que yo, pudo volver al Pastor que cuidó su vida y después de diagnosticársele un cáncer terminal, no sufrió como otros pacientes que he visto y se fue con el Señor.

¿Duele? ¡Claro que duele! Sería la mentira más grande decir lo contrario. A pesar de no haber vivido muchos años a su lado, duele y mucho. A veces creo que el Señor me lleva por caminos tan impredecibles como lo mismo que es Él. “¡Qué indescifrables sus juicios e impenetrables sus caminos!” (Ro. 11:33b). Mi padre, a quien se le diagnosticó hace aproximadamente tres meses una enfermedad terminal, había estado últimamente estable y eso me tenía tranquila. Teniendo en cuenta que se avecinaba una fiesta en mi país, mi esposo resolvió tomar unos días de sus vacaciones y venir a pasarlos en familia, en especial con Juan Manuel (hijo) y mis primos en Medellín. Pernoctamos en primera instancia en la finca de mi primo donde no hay señal de internet y desde donde estoy en estos momentos escribiendo el devocional hoy 12 de agosto a las 3.00 de la mañana, (más tarde lo enviaré). Ayer, cuando veníamos en camino, mi hermano mayor llamó para informarme que mi padre se había agravado y estaba en el hospital de Yopal, una ciudad completamente al otro lado de donde ahora me encuentro. Por la noche me llamó, mi segundo hermano a decirme que mi padre estaba inconsciente y que prácticamente estaba agonizando. Hacía poco habíamos llegado; y me confundí muchísimo. Pedí consejo por un lado y otro y aún me sentía sin saber qué hacer. Hablé por celular con mi hijo que está en Medellín y él a su vez con el que vive en Miami y su sugerencia fue que me quedara aquí, pues así corriera, si el Señor se lo iba a llevar yo no llegaría a tiempo ni podría hacer nada para evitarlo. Con tanta incógnita en mi cabeza, recurrí a mi Biblia y el Señor en Juan 14:1-2 dice: “No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes”. Tomé el teléfono como a las once de la noche y llamé a mi hermano para decirle que el Señor ya me había confirmado que nuestro padre moriría, pero que sin embargo me decía que tuviera paz. Traté de dormir y a la una de la mañana mi cuñada y mi hijita vinieron a tocar la puerta de la habitación para darme la noticia que mi padre había marchado hacia la morada que el Señor le había ido a preparar. Duele, ¡y sí que duele! Sin embargo, le doy gracias a Dios porque con ninguno de mis dos viejitos, me permitió estar a su lado y pasar por sufrimiento tan grande como verlos partir. Sus caminos no son los míos, pero los dos están con su Pastor en estos momentos.


¿Deseas que Jesús empiece a prepararte una morada en el cielo? Entrégale tu vida a Él. Yo te sugiero le ores de la siguiente manera:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: