domingo, 21 de agosto de 2011

Lo que pide Dios

¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Miqueas 6:8.


Lectura diaria: Miqueas 6:1-8. Versículo para destacar: Miqueas 6:8.


ENSEÑANZA


El Señor espera de nosotros: justicia, misericordia y humildad. Dice el Salmo 89:14 “La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus heraldos, el amor y la verdad”. Dios está cimentado sobre la base de la justicia, porque Él es un Dios justo y busca que nosotros también lo seamos. Además de esto, somos sus emisarios de amor y verdad. Para Dios es muy importante la justicia y por esto vive recalcándonos sobre el asunto: “Hagan justicia cada mañana, y libren al explotado del poder del opresor” (Jer. 21:12). En cuanto esté en nuestras manos, no podemos pasar inadvertidamente este mandato.

El amor lo encierra todo, y es por amor que se practica la misericordia. Dios no está interesado en el fanatismo ni en la falsa piedad religiosa; en otras palabras, no puede con la saturronería. Quiere que demostremos el amor dejado por el Señor Jesucristo cuando vino al mundo a comer y beber en medio de pecadores y de prostitutas. Jesús, es el único que puede dar paz, perdón y reconciliación y este es el mensaje que espera compartamos los de su pueblo, los creyentes: la misericordia. Aparte de esto, misericordia también es no juzgar “a priori”. Al Señor cuando lo acusaban por lo que hacía o dejaba de hacer dijo estas palabras tan significativas: “Si ustedes supieran lo que significa: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios”, no condenarían a los que no son culpables”” (Mt. 12:7). Las reglas impartidas a veces son deprimentes; no podemos juzgar simplemente porque no se cumplió un protocolo de la sociedad, mientras el corazón está completamente dolido. No podemos actuar simplemente por cumplir con una regla, cuando en el fondo nos falta perdón, reconciliación y amor. En resumen, lo que quiero decir es que la misericordia también es tolerancia.

Por último, Dios no puede con el fanfarrón que mira por encima del hombro a los demás y aparte se cree infalible. El humillarse ante Dios implica que nos declaremos insignificantes ante Él: “Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Lc. 18:14) ; que le demos al Señor toda la preeminencia, honra y gloria que merece; que reconozcamos que somos pecadores y necesitamos de su ayuda para salir avante, porque: “El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido” (Sal. 51:17).


Pongamos en práctica estos tres pilares que nos pide Dios, teniendo como ejemplo al Señor Jesucristo quien vino a enseñarnos justicia, misericordia y humildad. Si aún tú, no le conoces, te invito a hacer una corta oración para que Él entre en tu vida:


Amado Jesús: Te abro la puerta de mi corazón par que seas mi Señor y Salvador personal. Toma el control del trono de mi vida y hazme como quieres que yo sea. Perdona mis pecados y llévame por el camino de la justicia, la misericordia y la humildad. Gracias Señor por hacerlo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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