martes, 9 de agosto de 2011

Dios se glorifica en nuestra debilidad

–Pero, Señor –objetó Gedeón–, ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia.
Jueces 6:15.


Lectura diaria: Jueces 6:7-24. Versículo para destacar: Jueces 6:15.


ENSEÑANZA


Gedeón, el hombre de nuestra reflexión, se sintió débil para atacar al enemigo y vencerlo. Dios sin embargo le habló, estuvo con él y le demostró su poder. Cuando reconocemos nuestra impotencia, cuando vemos que ya no podemos cargar más con un problema que nos roba la paz y nos abruma; en aquel momento, humildemente vamos a los píes del Señor y sinceramente le decimos: “no puedo Señor, lleva tú esta pesada carga, no la resisto más”. “Pero él nos da mayor ayuda con su gracia. Por eso dice la Escritura: “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes” (Stg. 4:6). A Dios no le interesa tanto nuestro saber y conocimiento como nuestra obediencia y sumisión. Aparte, nunca sabemos el porqué de las aflicciones que a diario tenemos que afrontar; no entendemos por qué en un día asoleado y resplandeciente, de pronto surge insólitamente una nube que pasa como ráfaga, pero que sin embargo inunda el piso. ¿Quién somos nosotros para contender contra Dios? “¿Quién puede cuestionar sus actos?” (Job. 9:12). La debilidad e impotencia están ahí precisamente, para darle campo a la obra de Dios en nuestras vidas. Está para enseñarnos por un lado disciplina: “Porque él hiere, pero venda la herida; golpea, pero trae alivio” (Job. 5:18); y por otra parte, si no se presentara ¿cómo podría el Señor demostrar su poder? Pablo entendió muy bien sus palabras: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:9), y al encararlas dijo: “Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co. 12:10).

Como enseñanza: reconozcamos ante Dios nuestra incapacidad y en vez de entristecernos por lo que nos hace débiles, démosle gloria a Dios por glorificarse en ello. Y que no se nos olvide: Él nunca nos abandona en la tribulación, al contrario, está a nuestro lado llenándonos de su fortaleza y amor. Pase lo que pase; estemos donde estemos; dejémonos utilizar por Dios, Él puede usarnos como lo hizo con el humilde Gedeón.


Si deseas conocer a Cristo como Salvador de tu vida, te invito a orarle así:


Señor Jesucristo: yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Confieso que soy pecador y te pido perdón sinceramente. Toma el control del trono de mi vida y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por hacerlo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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