jueves, 25 de agosto de 2011

Amando al enemigo

Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber.
Proverbios 25:21.


Lectura diaria: Proverbios 25:1-28. Versículo para destacar: Proverbios 25:21.


ENSEÑANZA


No hay nada más desconcertante para una persona que el saber que de su enemigo recibe un favor o una respuesta amable. Quien así actúa hallará recompensa y lo avergonzará (v. 22). Además es el nuevo mandamiento dejado por el Señor en su ministerio terrenal: “Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen”; “Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto” (Mt. 5:44 y 46-47). Es que es muy fácil amar a quien nos hace bien, pero al que se va contra nosotros, al que nos injuria o traiciona, ¿cómo amarlo? El amor implica perdón y hay que hacer el bien sin mirar a quién. Por mayor que sea la amargura y el dolor que se lleven dentro, nunca podemos olvidar que estamos sellados con el Espíritu Santo y que es Él, quien nos dará todo el poder para salir avante. El Espíritu Santo nos capacitará con amor, benignidad, bondad y dominio propio para calmar el enojo y la ofensa recibida. Cuando nos dejamos llevar por la ira y el resentimiento, estamos echándole más leña al fuego y permitiendo que crezcan raíces de amargura en nuestro corazón. La mejor manera de desarmar a la parte contrincante es haciendo lo contrario a lo esperado. En un alegato, bajando la voz, se calma el enojo (Pr. 15:1); además se dice que para pelear se necesitan dos, y si no se da pie a la discusión pues todo terminará ahí. La prudencia es la mejor arma en estos casos, ya que el iracundo estará nublado y actuará como loco; su ira no le permitirá razonar ni evaluar los daños causados con sus palabras y acciones, y ahí es cuando tenemos que actuar: tranquilos, sosegados, con prudencia y paciencia (Pr. 14:17 y 29).

¿Quién es el enemigo? Puede ser: el hermano, el compañero de trabajo, el vecino, el familiar, el hermano en la fe, el jefe, la entidad financiera, etc. A veces ni siquiera lo sabemos, no los estamos buscando y sin embargo, aparecen. Al final de cuentas no somos moneditas de oro para caerle bien a todo el mundo. De todas maneras, el Señor nos llama a bendecir (Ro. 14:1) y tenemos que hacerlo.

Para muchos será inconcebible amar a quien nos hace mal; será una locura. Pero debemos tener en cuenta que eso fue lo que hizo Dios Padre con nosotros; nos ofreció a su único Hijo para salvarnos; de igual manera, el cristiano tiene la obligación de responder. Los que hemos nacido de nuevo con el Señor Jesucristo, tenemos la capacidad de hacerlo porque los medios están a disposición: hemos sido amados, para amar; bendecidos, para bendecir; perdonados, para perdonar. Tenemos todo el poder y fruto del Espíritu Santo, utilicémoslo y busquemos la perfección igual a la del Padre.


Yo sé que no es fácil amar al enemigo, pero hay alguien que puede hacerlo a través tuyo: el Señor Jesús. Cuando le entregas tu vida, también entran el Padre y el Espíritu Santo y es el Espíritu quien vino a dar testimonio del Hijo; Él te ayudará y guiará a toda verdad. ¿Deseas entregarle tu vida a Jesús? Te sugiero la siguiente oración:


Señor Jesucristo: Yo te necesito y te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Te entrego mis odios, rencores, amarguras y resentimientos para que me enseñes a manejarlos. Llévame de tu mano y dame todo el poder de tu Santo Espíritu. Gracias Señor por hacerlo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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