martes, 30 de agosto de 2011

El Cordero de Dios inmolado

¡Deja de llorar, que ya el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido!
Apocalipsis 5:5.


Lectura diaria: Apocalipsis 5:1-14. Versículo para destacar: Apocalipsis 5:5.


ENSEÑANZA


“¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?” (v. 2). El apóstol lloraba porque en su visión, no había nadie digno de hacerlo. Pero, ¡gloria a Dios! El León de la tribu de Judá, la raíz de David, el Señor Jesús, el Cordero inmolado, venció. “Él si puede abrir el rollo y sus siete sellos” (v.5b). “Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (v. 9).

Fuimos comprados por un precio muy caro, no con oro ni plata que perecen, “sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto” (1 P. 1:19). Nadie, absolutamente nadie, puede decir que hizo algo parecido; solo el Señor Jesús, se inmoló por nuestros pecados y su bendita sangre nos limpia de toda culpa. Cuando se compra un bien, el dueño tiene la tenencia y autoridad sobre ese bien y como quien dice el bien está sometido a su propietario. Así debemos estar nosotros, sometidos a nuestro propietario el Señor Jesucristo. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y ya no somos dueños de él: “Por tanto, honren con su cuerpo a Dios” (1 Co. 6:19 y 20). Si somos conscientes del sacrificio de Cristo y de su gracia, al comprarnos tan caramente, entonces debemos retribuir lo hecho por Él en la cruz; ser agradecidos porque en realidad no somos merecedores de tanta bondad y misericordia, nuestros nombres ya están escritos en el libro de la vida y ese es el regalo más grande que podemos recibir. Ya tenemos parte con Dios en la herencia celestial.

El propósito de Dios, es rescatar al hombre de las garras del enemigo y Jesús cumplió a cabalidad este propósito y por medio de Él reconcilió todas las cosas, haciendo la paz mediante su sangre derramada (Col. 1:20). Lo redimió de la vida absurda del pecado heredado de los antepasados (1 P. 1:18). Un precio tan alto para comprarnos y tan bajito para aceptarlo, porque no nos cuesta nada. Sin embargo, se ha despreciado y se tiene en baja estima porque la humanidad hace caso omiso de ello. No quiere valorarlo. Y si tú, todavía no has dejado que el Cordero inmolado te cubra con su sangre y te rescate, es el momento para permitirle que tome tu vida y para esto, te sugiero una oración:


Señor Jesucristo, confieso que soy pecador y te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados, me arrepiento de ellos; sé que tu bendita sangre me limpia completamente. Gracias Señor porque haces de mí una persona completamente nueva, valorando tu sacrificio como Cordero inmolado para la gloria y honra tuya. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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