lunes, 22 de agosto de 2011

El testimonio clave

Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.
1 Juan 5:11-12.


Lectura diaria: 1 Juan 5:1-12. Versículos para destacar: 1 Juan 5:11-12.


ENSEÑANZA


Siempre es válido el testimonio de las personas para juzgar a otros y por eso se les llama a declarar; si aceptamos esos testimonios humanos, ¿cómo no aceptar el testimonio de Dios? Él ha dado testimonio acerca de su Hijo y éste vale mucho más que cualquier otro testimonio. El que no le cree a Dios, le hace mentiroso y el que cree en el Hijo acepta su testimonio (vv. 9 y 10).

La Biblia aquí es muy clara para decirnos sobre la importancia de creer en el Hijo de Dios. Él es el único camino para llegar al Padre y fuera del Hijo no hay salvación que valga. El testimonio verdadero se centra en Dios hecho hombre a través de Jesús. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9b). El testimonio de Dios acerca de su Hijo, se concentra en el plan de salvación. De acuerdo a Romanos 5:8, Dios muestra su amor en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros; porque no hay un solo justo (Ro.3:23). Jesucristo vino a justificar al pecador arrepentido; a permitirnos cruzar el puente entre el hombre pecador y Dios para alcanzar la vida eterna. En el mayor acto sublime de amor, Dios viene al hombre; no el hombre a Dios. Por eso es que las obras no salvarán: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe (en Jesucristo); esto no procede de ustedes, sino que es regalo de Dios, no por obras para que nadie se jacte” (Ef. 2:8-9).

El hombre debe entender que no le queda otro camino que cruzar el puente con Jesús y recibirle en su vida como Señor y Salvador personal. A todo el que le recibe, le da el poder de ser hijo de Dios (Jn. 1:12) y le debemos recibir por fe. Él está llamando a la puerta de todo ser humano “si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap.3:20), sin distingo de clase, raza o pecado que haya cometido. Dios no está interesado en la cantidad de pecados del hombre, le preocupa el hombre como tal: la salvación de su alma. Ama al pecador aunque no puede con su pecado.


Si te interesa este mensaje y nunca le has permitido seguir, te puedo sugerir una corta oración, para que le des permiso y el Señor pueda entrar. Oremos así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Creo que tú eres el testimonio fiel de Dios Padre para mi vida. Te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados. Toma el control del trono de mi vida y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Jesús por venir a morir en mi lugar; por perdonarme y limpiarme; y por darme la vida eterna contigo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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