jueves, 4 de agosto de 2011

Disciplinar para brillar

Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda.
Hebreos 12:5b.


Lectura diaria: Hebreos 12:1-13. Versículo para destacar: Hebreos 12:5b.


ENSEÑANZA


¿Cuántas veces no aceptamos la adversidad y no entendemos la disciplina del Señor? Nos desanimamos fácilmente porque no nos salen los planes como queremos sin percibir que todo ésto, entra en el plan de Dios como sus hijos que somos y al igual que un padre terrenal, quiere encauzarnos por el mejor camino y evitarnos más adelante dolores más penosos. Dios lo hace con el propósito de llevarnos hacia la santidad (v. 10). Dice la Escritura aquí en Hebreos una palabra que cala profundamente y que deberíamos tener en cuenta, ya que a la vez es lección para nosotros como padres terrenales: “Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos” (v. 8), hasta ese punto compara Dios el hecho de no disciplinar.

Contrario a lo que podría parecer, la disciplina siempre demuestra amor y de ninguna manera castigo: “Porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe por hijo” (v. 6). Es un hecho que a nadie le gusta que lo disciplinen, pero cuando avanzamos, más tarde decimos: “gracias a Dios, mi padre o mi madre me castigaron en el momento oportuno, para hacerme un hijo(a) de bien”, igualmente nos pasa en la vida cristiana, al comienzo no entendemos los “por qués” pero cuando avanzan las situaciones entendemos los “para qués” y entre esas, dos cosas claras: la primera, que aprendimos en medio de la adversidad quizá a ser más humildes, más precavidos, más responsables y mejores administradores, como en mi caso. Segundo, que Dios conociéndonos de antemano como nos conoce, sabía que el camino por el que nos desplazábamos no era el correcto porque podía llegar a ser “camino de muerte” (Pr. 16:25). ¿De cuántas cosas no nos estará librando Dios, si no nos pone el “tatequieto”?

Reflexionemos sobre la manera de corregirnos Dios, el Padre celestial y no despreciemos esa disciplina; a la vez deduzcamos también, que al no corregir a nuestros hijos, les estamos dando a entender que poco nos importan y que los tenemos como hijos bastardos. Puede doler la disciplina; “sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella” (v. 11).


Dios está a la puerta de tu vida, llamando. ¿Quieres dejarle seguir? Él envió a su Hijo Jesús para cerrar la brecha que el pecado había dejado y permitirnos tener una relación personal recíproca. Si es tu deseo podemos orar en este momento así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito y te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador. Toma el control del trono de mi vida, perdona mis pecados y hazme como quieres que yo sea. Gracias Señor por venir a morar conmigo y por perdonar mis faltas. Enséñame a vivir una vida recta como es tu deseo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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