lunes, 16 de mayo de 2011

Valorándonos como lo que somos

Por mi parte, muy poco me preocupa que me juzguen ustedes o cualquier tribunal humano; es más ni siquiera me juzgo a mí mismo.
1 Corintios 3:3.


Lectura diaria: 1 Corintios 3:1-13. Versículo para destacar: 1 Corintios 3:3.


ENSEÑANZA


A veces somos el blanco de las personas que nos juzgan por A o B situación, o porque simplemente ese es su oficio: estar al acecho para ver en que caen especialmente los cristianos, y darles el golpe. No debe importar lo que digan los demás, al fin de cuentas como sigue diciendo adelante el apóstol Pablo: “el que me juzga es el Señor” (v. 4). No porque se presenten estos incidentes vamos a perder la paz, al contrario si sabemos de dónde viene la crítica lo que tenemos que hacer primero que todo es perdonar, “Con amor y verdad se perdona el pecado” (Pr. 16:6). Si alguien nos ofende, lo correcto es hablar con esa persona y como dicen: “hablando se arreglan las cosas”. Lo mejor es no dejarnos llevar por resentimientos e iras que solamente crearán raíces de amargura; aquí es donde empiezan a funcionar la prudencia y la paciencia: “Fuente de vida es la prudencia para quien la posee”; y “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades” (Pr. 16:22 y 32). No es tan fácil, pero para eso tenemos el Espíritu de Dios quien nos guía y nos regala sus frutos.

Otra lección tomada de la lectura es la referente al orgullo, no podemos permitir que el ego se nos suba. Ser conscientes que lo que somos o tenemos llámense bienes materiales, salud, dones, todos provienen por la misericordia del Señor: “¿Quién te distingue de los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?” (v. 7). Estas palabras nos llevan a la conclusión que no hay que enaltecerse pero tampoco menospreciarse: “Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener” (Ro. 12:3).

Aprendamos hoy estos dos aspectos que deben identificar al siervo de Dios. Si los practicamos diariamente y los tenemos en nuestros deberes cristianos, nos van a ayudar a seguir triunfantes en el llamamiento del Señor.


Si deseas conocer a Cristo, te invito a orar así:


Amado Cristo: Vengo a ti, porque necesito que tomes mi vida y cambies mi crítica y orgullo. Perdona mis pecados y dame el gozo de la salvación contigo. Gracias Señor por venir a morar conmigo y enseñarme a conducirme de acuerdo a tu Palabra. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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