jueves, 5 de mayo de 2011

Dosis de amor diaria

El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!
Lamentaciones 3:22-23.


Lectura diaria: Lamentaciones 3:1-30. Versículos para memorizar: Lamentaciones 3:22-23.


ENSEÑANZA


¡Yo sí que puedo dar fe de ello! A Jeremías, el profeta llorón como lo llaman, no le fue fácil su tarea; le tocó vivir una época de angustia y dolor viendo primero cómo los habitantes de Jerusalén donde ni siquiera los reyes creían en las palabras dichas por el Señor a través de él, para que dejaran de hacer el mal y no tuvieran que pasar los tragos amargos que les tocó. El Señor les había pronosticado la caída de Jerusalén en manos del rey de Babilonia y así sucedió; no quedó nada de la flor y nata de Israel, e incluso las murallas cayeron junto con el esplendor del templo construido por Salomón. La misma suerte tuvo el palacio del rey y toda la ciudad florecida que antes fue orgullo y gloria del pueblo de Dios. Sin embargo, en medio de tanto dolor, el profeta apela a su Señor y Dios en oración, y esta es la lección que nos deja, afirmándonos que la bondad y fidelidad de Él en medio del sufrimiento y la tragedia se hacen notar. “Cada mañana se renuevan sus bondades, ¡muy grande es su fidelidad!”. Inobjetablemente así es. Tal como lo afirma la canción: hay un nuevo amanecer con el Señor y aunque todo parezca oscuro, una luz tenue, pero luz al fin de cuentas, brilla en medio de esa oscuridad. Hay que seguir adelante, no desfallecer porque al final del túnel, veremos la gloria del Señor manifestada con todo su poder y gloria en nuestras vidas. Los versículos del día han sido una realidad para mí, porque al igual que lo dice Jeremías, yo también lo llegué a pensar: “La vida se me acaba, junto con mi esperanza en el Señor” (v.18). ¿Quién no se siente desfallecer en medio del dolor y la agonía? Sin embargo, “algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!” (vv. 21-23); el carácter inmutable de Dios retumba en mis oídos porque con certeza puedo decir que así es.

No importa lo que se esté viviendo, mi consejo será el mismo: insistir, persistir y no desistir, tomando cada nuevo día la dosis de su amor que nos sostendrá y sacará adelante.

Si tú deseas conocer a ese Dios inmutable que está por encima de toda devastación, desconsuelo y angustia te sugiero que le des posada en tu corazón para que Él mismo se encargue cada mañana de renovar tus fuerzas con su compasión inagotable. Si lo deseas podemos orar así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito; tú más que nadie conoces mi dolor. Vengo a ti para que tomes el control de toda mi vida y decido aceptarte sinceramente como mi Señor y Salvador personal. Sé que soy pecador y te pido perdón por ello. Tómame y hazme como quieres que yo sea. Gracias Jesús por hacerlo y por darme una esperanza de vivir contigo aquí en la tierra y darme también la vida eterna a tu lado. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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