sábado, 14 de mayo de 2011

No importa quién eres

Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna.
1 Corintios 1:26.


Lectura diaria: 1 Corintios 1:20-31. Versículo principal: 1 Corintios 1:26.


ENSEÑANZA


A veces creemos que los pastores o predicadores son como extraterrestres e incluso los catalogamos como infalibles y los vemos muy por encima de los demás, no siendo así. Gracias a Dios por los ministros del evangelio que son letrados y con una vasta cultura; sin embargo, para Dios estos atributos son simplemente eso: atributos. El Señor a quien quiere escoger, lo escoge no importa quién sea ni de dónde venga. He sabido e incluso conocido a líderes espirituales que ni siquiera sabían hablar (igual que Moisés), y sin embargo Dios los convirtió en grandes maestros y apóstoles de la fe. “Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos” (v. 27). Todo esto lo hace el Señor con el fin de que nadie pueda jactarse de su saber porque es Cristo a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría, para que si alguien ha de gloriarse, se gloríe en el Señor (vv. 29-31. Parafraseado). Esto no quiere decir que Dios no necesita en su obra tanto a los unos como a los otros.

Con Pedro y Pablo tenemos el ejemplo claro: Pedro, humilde pescador de galilea, tosco y agresivo fue poco a poco pulido por el Señor durante su ministerio y después de la ascensión se convirtió en la cabeza espiritual de la iglesia primitiva. Pablo, a pesar de ser hijo de judíos era romano, se crió en la cultura helenística y por consiguiente era un erudito de la ley, educado con Gamaliel, un famoso rabino; tenía una sólida formación teológica, filosófica y lingüística. Hablaba como tres idiomas: griego, arameo, hebreo y posiblemente también latín. Cuando el Señor lo llamó para predicar su evangelio aprendió humildad y obediencia al punto de convertirse en el más grande predicador de todos los tiempos. Tanto Pedro como Pablo tenían algo en común: El Espíritu Santo, fuente de toda sabiduría y poder.

Como conclusión, lo trascendental es como dice el versículo del día: considerar nuestro propio llamamiento sin importar lo que tenemos o no tenemos, sabiendo que el Señor utiliza a quien quiere y como quiere porque lo esencial es llevar el mensaje de las buenas nuevas por todas partes, no en nuestras propias fuerzas sino a través de su Santo Espíritu.


Si deseas ser parte de este redil, te invito a aceptar a Cristo como Señor y Salvador, no importa si eres ilustrado o no, lo necesario es la actitud tuya y lo podemos hacer con una corta oración:


Amado Jesús, te necesito y te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador personal. Toma el control de mi vida, perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y llevarme de la mano contigo hacia la vida eterna. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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