martes, 3 de mayo de 2011

Alabanza constante

Siete veces al día te alabo por tus rectos juicios.
Salmo 119:164.


Lectura diaria: Salmo 119:162-176. Versículo del día: Salmo 119:164.


ENSEÑANZA


El salmista nos dice que siete veces al día alaba al Señor. Yo me pregunto: ¿cuánto lo hacemos nosotros? O al revés; creo que vivimos en queja y lamento por lo general, todo el día. Dios quiere que en todo aprendamos a dar gracias y el dar gracias además de enseñarnos a ser pacientes y fortalecernos, es una forma de alabanza. Dice el versículo siguiente: “Los que aman tu ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar” (v. 165). Si verdaderamente estamos andando por el camino recto y haciendo lo que a Dios le agrada, las cosas pasajeras no tendrán mayor incidencia en el bienestar, simplemente son eso: pasajeras. Los detalles mínimos no tienen por qué quitarnos la tranquilidad. Por ejemplo, por más que esté concurrida una calle y se arme un trancón enorme, no debemos dejar que ese incidente nos robe la paz; o cuando estamos en una fila larga, generalmente en una entidad bancaria, y los empleados trabajan como tortugas, nos atormentamos y no se nos ocurre darle gracias a Dios por ello y menos por las personas que están ahí al frente laborando, metidas en su cuento o quizá con múltiples problemas en su cabeza que no los deja actuar con rapidez. ¡Esto nos desespera! El Señor inclusive nos manda a poner la otra mejilla si es el caso; no es fácil, pero por eso hay que practicar constantemente la alabanza y no la quejabanza; hay que entrar por sus puertas con acción de gracias y a sus atrios con himnos de alabanza (Sal. 100:4). El cielo va a estar lleno de adoradores no de lamentadores porque Dios no comulga ni con la queja ni con el lamento.


Siendo objetivos y sinceros ¿qué se mueve más en la balanza diaria: la alabanza o la lamentación? Propongámonos a alabar constantemente al Señor indistintamente, dando gracias en todo como dice 1 de Tesalonicenses 5:18. Con esta actitud vamos a lograr resistencia en medio de la lucha y será el gran secreto que nos llevará a una vida mucho más placentera.

Te invito a pedirle a Jesús que tome tu vida y te enseñe a vivirla de manera agradable cada día; podemos orar así:

Amado Jesús: Soy impaciente y pecador. Toma mi vida, te la entrego para que me dirijas por la senda correcta y cambies mi proceder. Te recibo como mi Señor y Salvador y acepto lo que hiciste en la cruz por mí. Gracias Jesús por venir a morar conmigo, por perdonarme y darme el poder de tu Santo Espíritu para tener la voluntad de no dejarme arrastrar por los detalles mínimos que empobrecen mi vida. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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