miércoles, 18 de mayo de 2011

Cuidar el cuerpo con responsabilidad

¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo...?
1 Corintios 6:19.


Lectura diaria: 1 Corintios 6:12-20. Versículo para destacar: 1 Corintios 6:19.


ENSEÑANZA


Quizá muchos no cuidan su cuerpo porque lo ven como propiedad de cada uno cuando no es así: “Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por precio. Por tanto honren con su cuerpo a Dios” (vv. 19b-20). Las frases “es mi cuerpo y yo lo manejo” o “de algo me tengo que morir” se escuchan con frecuencia. Como en todo, tenemos que dar cuenta qué hicimos o dejamos de hacer ante Dios y nuestro cuerpo no es la excepción. El apóstol Pablo nos enseña que todo puede estar permitido, pero no todo nos conviene y que aunque esté permitido, no se puede dejar que nos domine (v. 12). Las leyes cada día son más laxas pero no por esto el creyente se va a desbordar y sabiendo que Dios lo prohíbe no puede caer en la trampa. Los cuerpos son miembros de Cristo, “¿Tomaré acaso los miembros de Cristo para unirlos a una prostituta? ¡Jamás!” (v. 16).

Aprendamos entonces a cuidar el cuerpo de tal manera que se lo podamos ofrecer al Señor en sacrificio vivo, santo y agradable (Ro. 12.1). Esto quiere decir viviendo como para Dios no dejándonos llevar por los deseos de la naturaleza pecaminosa, sino que éstos sean puros y sin mancha delante de su trono, como olor fragante que sube a su presencia. El sexo desenfrenado, el trago, el cigarrillo, las drogas, la glotonería, la gula y también el exceso de dietas se deben evitar. Todo lo que vemos que perjudica a nuestro cuerpo, es mejor dejarlo de lado. El Señor desea que nuestra vida sea abundante pero para lograrlo, tenemos que también cuidar lo encomendado y el cuerpo es el bien primero que debemos saber administrar.


Si nunca antes habías escuchado lo que Dios dice sobre tu cuerpo, te invito a leer la Biblia y a conocer a Jesús como el Salvador de tu vida. Si me permites, te puedo guiar con una oración así:

Señor Jesucristo: Confieso que soy pecador. Te acepto en mi vida como Señor y Salvador personal. Toma el control de ella y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y salvarme; gracias por enseñarme a vivir de acuerdo a los parámetros establecidos para que yo tenga una calidad de vida como tú la deseas. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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