jueves, 19 de mayo de 2011

Dios lucha por sus hijos

Se me ha ordenado bendecir, y si eso es lo que Dios quiere, yo no puedo hacer otra cosa.

Números 23:20.


Lectura diaria: Números 23:13-26. Versículo para destacar: Números 23:20.


ENSEÑANZA


El ejemplo claro de cómo Dios trata a los suyos, lo vemos aquí en los oráculos que promulgó Balán, cuando el rey Balac de Moab, temiendo por sus vidas le pidió que maldijera al pueblo de Israel. Balán se limitó a decir solamente las palabras que Dios puso en su boca y se nota claramente que el amor de Dios por Israel, no cambia así ellos no le hayan respondido como Él lo merece.

Importante anotar los siguientes versículos: “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” (v. 19). Y “Dios no se ha fijado en la maldad de Jacob ni ha reparado en la violencia de Israel: el Señor su Dios está con ellos”; “contra Jacob no hay brujería que valga; ni valen las hechicerías contra Israel” (vv. 21 y 23).

Dios sigue mirando a Israel como su amado; sin embargo, nosotros, también pueblo injertado a las ramas, gozamos como sus hijos exactamente de los mismos privilegios. No debemos temer al enemigo porque es el Señor el que luchará a favor nuestro. Todas sus promesas se cumplen al píe de la letra; todas son “sí y amén”. No merecemos tanto amor y misericordia porque vivimos cayendo en pecado, pero gracias a Dios tenemos el confesar e inmediatamente se produce el perdón. Somos iguales de incrédulos y obstinados que Israel, pero ¡ay del que se meta con uno de sus hijos! Estamos cubiertos con la sangre del Señor y las acechanzas del enemigo no prevalecerán jamás. Ni hechicerías, ni brujerías ni maldiciones llegarán porque tenemos al más fiel protector: al Señor Jesús.


¿Quieres gozar de esta inmunidad? Te presento a quien siempre va adelante, abriéndonos caminos y despejando las piedras que los adversarios nos ponen para hacernos mal: Jesucristo. Con una corta oración puedes conocerle. Te sugiero la siguiente:

Señor Jesucristo, yo te necesito y te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador personal. Toma el control de mi vida, perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme y limpiarme; gracias porque mi pasado ya no existe más; gracias por venir a morar conmigo y estar pendiente de mi vida. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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