domingo, 29 de mayo de 2011

Nuestro Dios consolador

Quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.
2 Corintios 1:4.


Lectura diaria: 2 Corintios 1:3-11. Versículo para destacar: 2 Corintios 1:4.


ENSEÑANZA


Definitivamente nadie puede consolar si no ha sido consolado. Gracias a Dios tenemos al Señor Jesucristo en quien somos partícipes de sus sufrimientos y a la vez gozamos de su abundante consuelo (v. 5). Siendo el Señor el fundamento de nuestra vida, nos llena de fortaleza y nos sostiene por encima de los vientos y las tempestades que tenemos que afrontar a diario. A veces queremos perdernos del mapa, huir hacia lo más alto, escondernos del mundo y es entonces cuando el Señor aparece para demostrarnos que no importa a dónde queramos escabullirnos, Él se convierte en nuestra roca, nuestro amparo y libertador; nuestro más alto escondite (Sal. 18:2) y estará allí para abrazarnos y restaurarnos nuevamente. “¿A dónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de tu presencia?” (Sal. 139:7); ¡no hay lugar alguno! Su mano misericordiosa estará siempre lista para sostenernos. La lectura del día nos dice que las aflicciones suceden para aprender a no confiar en nosotros mismos sino en Dios, porque Él es nuestra esperanza y seguirá librándonos (vv. 9 y 10). Gracias Señor porque constantemente tengo que asirme de ti y sentir tu presencia para no desmayar. Gracias porque de nuevo, tus promesas se hacen realidad en mi vida.


Jesucristo es el único que puede dar paz y fortaleza aún en situaciones bien difíciles. ¿Quieres conocerle? Te invito a orarle así:


Señor Jesucristo: yo te necesito y aunque he pecado de muchas maneras, tu bendita sangre me limpia de todos mis pecados. Mi pasado no existe más, porque tú haces de mí una nueva creatura. Ven a mi vida, te acepto como mi único Señor y Salvador para que guíes mis pasos y me llenes de tu paz y consuelo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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