martes, 24 de mayo de 2011

La ofrenda: Adoración completa a Dios

Que suba a tu presencia mi plegaria como una ofrenda de incienso; que hacia ti se eleven mis manos como un sacrificio vespertino.
Salmo 141:2.


Lectura diaria: Salmo 141:1-10. Versículo para destacar: Salmo 141:2.


ENSEÑANZA


En el Antiguo Testamento el pueblo de Israel, tenía que ofrecer sacrificios diarios a Dios, tanto en la mañana como en la tarde. El rey David le dice al Señor que permita que sus oraciones se tomen como ofrenda de incienso y su alabanza como sacrificio de la tarde. La oración y alabanza hacen parte de la completa adoración a Dios. Es la entrega total de aquello que tiene gran valor para nosotros; así como lo hizo Abraham con Isaac, su único hijo amado; estaba dispuesto a darlo en sacrificio a Dios y como una imitación de lo que sería el amor del Padre al entregar a su Unigénito en sacrificio vivo por la humanidad. Adoración es entonces, dar lo mejor que tenemos, rendir todo ante sus píes, sabiendo que Él es el gran Proveedor y Señor, por tanto lo merece. La adoración espiritual tiene que ser de tal manera que ofrezcamos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Ro. 12:1); un espíritu quebrantado, contrito y humillado.

Este era el sacrificio que David deseaba ofrecerle a su Dios cada mañana y tarde. Aprendamos de su sinceridad y su corazón desbordado en agradecimiento a nuestro amado Dios, Señor y dador de todas las cosas. Elevemos nuestras plegarias con esa clase de tributo al que todo lo dio sin pedir nada a cambio. No importa que hoy no salga el sol y esté oscurecido el día, la aflicción no tiene por qué desanimarnos (Pr. 24:10), al contrario, busquemos la mejor manera de agradar al Señor, rindiéndonos completamente a Él.


Si aún no conoces al sacrificio inmolado por ti en una cruz, te invito a hacer una corta oración entregándole tu vida, para que así puedas ir teniendo una relación con Él y conocerle:


Señor Jesucristo: Yo te necesito y te abro la puerta de mi corazón para que seas mi Señor y Salvador. Toma el control del trono de mi vida, perdona mis pecados y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y limpiarme; gracias por darme la vida eterna y el poder de tu Santo Espíritu, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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