sábado, 28 de mayo de 2011

Más sobre mi padre

El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.
Salmo 145:8.


Lectura diaria: Salmo 145:1-21. Versículo para destacar: Salmo 145:8.


ENSEÑANZA


¡Perdónenme! Hoy vuelvo hablar de mi padre. Me queda difícil no hacerlo, puesto que anoche se lo volvieron a llevar para su llano, después de confirmarle cáncer en el páncreas y no martirizarlo con cirugías o quimios que lo deteriorarían aún más. Siendo muy realista a pesar de que duele y mucho, se fue a morir en su llanura. No tengo nada que reprocharte papi, yo también como madre he cometido muchos errores y no puedo creerme la excepción. Si por algo murió el Señor fue precisamente porque no había ni un solo justo: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Ro. 3:23); “No hay un solo justo, ni siquiera uno” (Ro. 3:10); “No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!” (Sal. 14:3b). Todos somos pecadores, solo la bendita sangre del Señor Jesucristo nos justifica. Si es así, ¿Quiénes somos nosotros para criticar a los demás y menos a nuestros padres? Si bien es cierto que yo personalmente no vine a convivir y relacionarme con él sino ya en mi adultez porque siendo muy pequeñita se fue de nuestro lado, he aprendido y gracias a Dios por ello, de que ¿quién soy yo para juzgarlo? Dios perdona a todo aquel que se acerca a Él con corazón contrito y humillado. Sea quien sea, desde el pecador más cruel y sanguinario si se arrepiente, Dios no le cierra las puertas (Ez. 18:21); la muestra la tenemos en aquel villano que estaba al lado de su cruz, se arrepintió y las palabras del Señor fueron: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43); entonces, ¿Por qué juzgar y volver a lo mismos reproches de siempre? Quizá no nos damos cuenta que sobre aquello que juzgamos, también seremos juzgados. Sería bueno preguntarnos ¿cómo nos ven nuestros hijos? De pronto para sorpresa, nos están reprochando sobre lo mismo que reprochamos a nuestros progenitores.

Papi, como te dije ayer cuando me despedí de ti: Le doy gracias a Dios por haberte hecho mi padre y a ti por haberme dado la vida. Igual que dice la canción: ¡Yo te extrañaré, no pensé que doliera tanto! Allá en ese lugar donde todo es luz y resplandor, donde no habrá maldad ni corrupción, nos veremos cuando el Señor nos llame a su presencia. ¡Dios te bendiga padre mío!

Mony, gracias por haber estado conmigo en esa tarde y noche tan difícil, dejaste muy en alto tus sentimientos nobles y sacaste la cara por los tuyos. Siempre te lo agradeceré.


Para ti que lees este mensaje, te invito a entregarle tu vida a Jesús, no importa cuáles ni qué tan grandes han sido tus pecados, Él quiere darte vida eterna porque es clemente y compasivo. Podemos orar así:


Amado Jesús: sé que soy pecador y te pido perdón por ello. Ven a mi vida; te acepto como mi Señor y Salvador. Quiero ser la persona que quieres de mí. Gracias por perdonarme y llevarme contigo por la senda correcta hacia la vida eterna, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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