viernes, 1 de mayo de 2009

Desnudo salí del vientre de mi madre

Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!
Job. 1:21.
¡Qué integridad la de Job! Tengo que confesar que en los últimos años he pasado por alto el Libro de Job. De ninguna manera quería amargarme y volver a leerlo. Hoy leí todo lo correspondiente a mi devocional y no encontré nada para compartirles. Volví a repasar lo leído y encontré que me correspondía empezar con Job pero como no lo quería tener en cuenta, no le había puesto la mayor atención. Al devolverme inmediatamente, mis ojos se posesionaron en el versículo 21 del primer capítulo y el Espíritu Santo me dijo, sobre esto es que deseo que hables.

Dios le permite a Satanás ensañarse con Job, porque conoce su corazón de hombre justo e íntegro. A Job le sobreviene una ráfaga de calamidad, en todas las áreas de su vida y en muy corto tiempo queda sin hijos y sin posesiones y aún más adelante, enfermo. Yo personalmente siempre me preguntaba pero, ¿por qué esto? ¿Por qué Dios se lo permitió a Satán? Estos cuestionamientos no me dejaban tener tranquilidad y por eso desechaba su lectura.

Desde hace poco, menos de un año, Dios ha permitido que pasen cosas difíciles en mi vida y aunque nunca las podré comparar con las de Job, si tengo que confesar que han sido difíciles y no he entendido nada. He tratado de saber para dónde me encamina el Señor pero con claridad no lo tengo aún definido.

Esta mañana orando le clamé al Señor y en mis ruegos le decía que no comprendía nada. Me sacaba de un aprieto, pero sin embargo me llegaba otro. Que cuando yo pensaba que no tenía de qué preocuparme ¡zas! Recibía otro golpe. Yo hablo con el Señor muy sinceramente y por esto le reclamaba no con altanería ni con ira, pero si quería hacerle saber que estaba desconcertada. “Si soy tu hija y tú eres mi Padre, ¿por qué me tratas así? Yo sé que nosotros como padres terrenales cometemos muchos errores, pero tú Señor, no eres igual. Tú eres misericordioso, compasivo, justo. No lo entiendo”.

Bueno, pues ahora le hallo sentido a la lección. Dios quiere hacerme entender, que nada de lo que yo tenga o posea es obra mía o me pertenece y que Él es soberano y si necesita darme una lección para que por fin yo pueda abrir mis ojos y reconocer su gloria, pues tendré que aprender. “Pero Señor, ¿me lo dices a mí que estoy tan convencida de ello? No. No lo estás Dora, simplemente quieres convencerte de que lo estás, pero en el fondo de tu corazón, no soy el primero. Primero están tus hijos, tu esposo, tus deseos, tu salud, etc. No creas que no te entiendo. Te entiendo y te conozco más que nadie porque te hice y te formé. Todas tus preocupaciones me han desplazado y eso no es lo que deseo de ti”.

Este ha sido mi dialogo con Dios. Ahora entiendo más que nada que quiere decir el versículo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El Señor ha dado, el Señor ha quitado”. No puede haber nada, absolutamente nada, ni de lo que soy, ni de lo que tengo que llegue a vanagloriarme, porque simplemente, nada me pertenece. Todo se lo debo a Dios. Tampoco puedo dejar que mis preocupaciones como madre, como esposa y en especial las que tienen que ver con mi salud y finanzas ocupen el lugar que le corresponde a Dios. Él ya se ha encargado de ellas. ¿Por qué les doy tanta primacía?

Diré pues como Job: ¡Bendito sea el nombre del Señor! Definitivamente el que enseña aprende dos veces y el Señor me ha dejado clara la lección.

Un abrazo y bendiciones.

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