lunes, 4 de mayo de 2009

Tú eres mi escondite y mi escudo

Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza.

Salmo 119:114.

Definitivamente como el salmista tenemos que reconocer que Dios está ahí, sea el lugar que sea cubriéndonos y guardándonos. El rey David, cuando Saúl lo estuvo persiguiendo, también reconocía que la mano del Señor estaba siempre a su lado para guardarlo y por eso lo adoraba. “¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía!” Le decía David con todo su corazón. Lo llamaba “mi roca, mi amparo, mi libertador; el peñasco en que me refugio, mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite!”. Salmo 18:1-3.

Debemos tener la convicción de que Dios está siempre en alerta con nosotros. Si Él es nuestro más alto escondite, es porque conoce de antemano lo que nos puede llegar a hacer daño y nos quiere resguardar. Muchas veces no entendemos el porqué de las cosas. Dios si lo sabe. Incluso cuando vamos por una vía y de un momento a otro nos desviamos, nuestra actitud es de queja y pelea. ¿No nos está guardando Dios de algún mal? ¡Él es el poder que nos salva!

Dice el Salmo 91 que no tenemos que temer el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras, ni la plaga que destruye a mediodía. Entendamos bien: NI LA PESTE, NI LA PLAGA. Es necesario ahorita con la pandemia del virus A H1N1 tomar todas las precauciones pero sin dejarnos llevar por el pánico y consientes de que Dios está cuidando a su pueblo.

Terminaré con el versículo 116 del Salmo 119: “Sosténme conforme a tu promesa y viviré; no defraudes mis esperanzas”. Dios no nos defrauda, si nosotros nos comportamos rectamente, porque Él es nuestro escudo y nuestro escondite.

Un abrazo y bendiciones.

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