jueves, 28 de mayo de 2009

Mis hijos, se los entrego al Señor

Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor. Mientras el niño viva, estará dedicado a él.

1ª. Samuel 1:28.

Al igual que Ana, los padres debemos entregarle nuestros hijos a Dios, aún desde el vientre materno, desde antes que lleguen al hogar, ponerlos en su presencia.

Si dejamos a nuestros niños en manos de Dios, es porque muy seguramente les vamos a instruir en su camino. Cuando ellos crezcan, sabrán con exactitud comportarse de acuerdo a lo aprendido. Proverbios 22:6 dice: “Instruye al niño en el camino correcto, y aún en su vejez no lo abandonará”.

En el tiempo de la adolescencia y aún después, se presentan casos en los jóvenes de desobediencia y rebelión. A los padres están actitudes pueden desconcertarnos y bajar nuestro ánimo, pero en todo este proceso hay algo muy cierto: Dios escucha las oraciones de los padres y me atrevería a decir que la súplica de una madre por sus hijitos, jamás deja de hacer eco en los oídos del Señor. Él es fiel y su Palabra lo demuestra. Si se los hemos entregado, podemos descansar tranquilos, sabiendo que están en sus manos y que por más que ellos quieran apartarse, el Espíritu Santo gime por ellos con gemidos indecibles (Romanos 8.26).

El dolor de una madre cuando se separa de sus hijos es más que entendible. Quizá nos acosa la angustia, la ansiedad, los recuerdos y la tristeza. Todo esto es natural, máxime en nosotras las mujeres que somos tan sensibles, pero tenemos la certeza que al entregar un hijo al Señor, Él se encargará de él y ahí es donde como padres tenemos que darle paso a Dios para que se cumpla su voluntad y no, la nuestra.

Oremos por nuestros amados hijitos, pero recordemos dos cosas importantes: Primero, que en realidad no son nuestros, sino prestados. Y segundo, que Dios actuará en ellos de acuerdo a su divina voluntad que es buena, agradable y perfecta y no de acuerdo a nuestra voluntad. Él sabe lo que quiere y desea para ellos.

Un abrazo y bendiciones.


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