sábado, 16 de mayo de 2009

Nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios

Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.

Romanos 5:2b.

La esperanza, se identifica con la fe y la obediencia. En el antiguo Testamento, los israelitas pusieron su esperanza como garantía en el pacto de Dios, confirmado por sus gloriosos actos a favor de su pueblo. Esta esperanza los animó a poseer la tierra prometida.

En el Nuevo Testamento, Cristo es la esperanza del cristiano. El mensaje de Jesús, es un mensaje de esperanza. La esperanza conoce la crisis y se aferra a la promesa divina. “Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia, la perseverancia entereza de carácter, la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”. Versos 3-5.

Esta es la diferencia de nosotros, los que tenemos a Cristo en nuestra vida con los que no lo tienen. Cuando estamos en crisis nos cogemos fuertemente de Dios, porque nuestra esperanza está en Él; mientras que el hombre en el mundo agobiado por problemas, busca solución en el trago, las drogas y hasta el suicidio.

Entonces, como cristianos que somos debemos no desmayar. El apóstol Pablo nos dice más adelante el capítulo 8 que en nada se comparan nuestros sufrimientos con la gloria que se nos habrá de revelar, porque la creación entera la aguarda con ansiedad e incluso con gemidos fuertes, mientras nosotros aguardamos la adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. “Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra confianza”. Romanos 8:24-25.

Regocíjate si estás pasando tribulación. Es el momento propicio para que tu esperanza se renueve. Además, si tú no tienes esperanza y caes en la desesperación, estás pecando porque no le estás creyendo a Dios. Gózate al saber que esos sufrimientos efímeros y ligeros te van a producir una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento (2ª.Corintios 4.17).

Un abrazo y bendiciones.

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